Escales

Allí estaba, palabra tras palabra,
El poema que ocupó el lugar de una montaña.[…]

Wallace Stevens

 

La falta de tiempo y la coincidencia con las vacaciones ajenas, ha hecho que hasta hoy no acabe con las celebraciones de mi doctorado (habrán más, pero serán más íntimas y tranquilas). El maravilloso pastel de chocolate y flores dulces lo ha hecho Luisa (no podía ser de otra manera) y promete una sobremesa larga y llena de palabras.

Tengo ya ganas de volver a la normalidad, porque la felicidad festiva es agotadora y deseo refugiarme cuanto antes en esa otra, más sosegada, que me espera en el diván, con un buen libro y un té frío. Tras estos últimos meses, me acucia el ansia de lectura y de silencio, aunque todo ha sido bonito y no renunciaría ni a uno solo de los momentos del pasado más reciente.

Ayer, mientras preparaba los papeles para los últimos trámites académicos, recordaba el regalo de alguna presencia imprevista. Gente que ha reaparecido en mi vida como un fogonazo repentino de luz, tras una larga espera en la penumbra. No soy una persona a la que le importe esperar, me asusta sin embargo, pensar que alguien pueda estar esperándome a mí mientras yo me entretengo en tonterías, o peor aún, sin que yo lo sepa, porque le avergüence decírmelo o crea que seré capaz de adivinarlo.

También recordé ausencias notables. Unas duelen y en esas es mejor no detenerse; como dice Söderberg en «El juego serio», no eliges a las personas con las que compartes la vida «Los consigues, los tienes y posiblemente los pierdes. ¡Pero no los eliges!». Sin embargo, otras son, cuando menos, curiosas. Hay gente que, tal vez porque no sabe todavía que tenerlo todo es imposible, se mueve siguiendo las pautas de una especie de caprichoso vaivén; se acercan y se alejan, y supongo que pretenden acertar y estar en el momento justo, en el lugar adecuado, ¡cómo si eso fuese tan sencillo cuando uno no para quieto en ningún sitio! Esos no producen dolor, sino risa o miedo, dependiendo de la inteligencia estratégica que se les presuponga… en todo caso, y aunque lo ideal sería encontrar el grado de aproximación exacto que nos permitiera protegernos de ellos, disfrutando de lo bueno que puedan ofrecernos (porque todos tenemos algo bueno que ofrecer), siempre he pensado que lo mejor es mantenerlos a distancia.

Luego dejé de pensar, me senté un momento (eso me pareció a mí) para refrescarme y me quedé dormida. Hace un calor infernal estos días, adornado por alguna tormenta de verano que solo sirve para aliviar levemente el insoportable bochorno y hacerme desear aún más el pequeño viaje hacia la lluvia que quiero hacer en septiembre. Pasaré agosto en esta Barcelona donde la sombra no refresca, porque el aire no corre, sumida de lleno en eso a lo que todos llaman vida y, solo algunos, a veces, llamamos felicidad.


 

Ando ordenando el estudio, rompiendo borradores que ya no verán la luz y ordenando pilas de libros para este verano, porque no tendré vacaciones estivales, pero sí dispondré de tardes largas para recuperar el tiempo literario que he perdido.

Estos son los libros que me esperan desde hace ya demasiado tiempo y que os iré contando a medida que disfrute. Espero también poder rescatar alguno, del lugar que tan buenos libros recomienda.

  • La veritat sobre el cas Harry Quebert de Joël Dicker.
  • Persuasión de Jane Austen.
  • Claus y Lucas de Agota Kristof.
  • Un día es un día de Margaret Atwood.
  • La Señora Jenny Treibel de Theodor Fontane.
  • Cuento de viejas de Arnold Bennett.
  • Un juego serio de Hjalmar Söderberg.
  • Amistad de juventud de Alice Munro.

Y, por supuesto, las dos novelas negras que me faltan para acabar la serie de Kenzie y Gennaro, escrita por Dennis Lehane: Plegarias en la noche y La última causa perdida.

¿Qué tenéis previsto leer vosotros, antes de que llegue el otoño salvador?

¡Feliz domingo, socios!