[…] Mas yo sigo aquí inmóvil, como en suspenso… Esperando que aparezca un signo en el que poder creer. Y así huyen los días, los meses y los años.
Después de la caída. Arthur Miller.
Son tiempos difíciles para los soñadores. No podemos entretenernos imaginando que disfrutamos de pequeños placeres, porque hay trabajo por hacer.
Sales a la calle y la primavera te golpea con todas sus armas: los súbitos cambios de temperatura, el polen de los plátanos de sombra, la luz que, con una nueva intensidad atraviesa las nubes y se vuelve blanca e hiriente para los ojos. Llevas todo lo necesario: la gabardina ligera, los pañuelos de papel, los caramelos para la tos, las gafas de sol, el paracetamol y los antihistamínicos. También, si eres prudente, un paraguas plegable en el bolso, por si, además de los estornudos, te sorprende la lluvia.
Ya a la intemperie, esperas que la vida sea alegre o, simplemente, fácil. A veces lo es, claro, sobre todo esos días que vas de casa a un trabajo que te gusta y que empiezas a entender; o esos otros en los que, al regresar, te detienes para compartir la comida con un ser querido; o aquellos en los que pasas una hora junto a alguien que te enseña lo que debes hacer para prevenir un dolor futuro.
Pero también hay otros días, que cada vez son más, en los que, nada más pisar el asfalto, notas ese halo de tristeza que parece envolver siempre las películas en blanco y negro. Entonces, te lanzas a pasear por la ciudad cargada con botes de pintura en colores pastel, dando brochazos gordos. No hay tiempo para más. Te ayuda, eso sí, el cielo azul de abril, «menos que pintar» piensas alegremente, pero por más que insistes, los grises siempre siguen ahí para alguien, que es como decir para todos… o debería serlo.
Sientes a veces la tentación de fingir que no ves lo que ocurre, de escaparte, de volver a saborear la dulzura de tus sueños, de olvidar lo que está(n) pasando.
Entonces vienen Cáritas y Save the Children con sus informes y no te dejan esconder la cabeza bajo el ala… Miras la esquina donde dejaste los botes de pintura y no tienes más remedio que volver a empezar.
Y sales a la calle, brocha en ristre, dispuesta a ponerle color a ese paisaje que te quema y empieza a parecer eterno.
Mañana es Lunes de Pascua y hoy toca hornear el pastel con el que lo celebraremos en casa. Cuando acabe de escribir, como cada año, empezaré a rebuscar una receta nueva, aunque, como cada año también, lo más probable es que acabe haciendo la antigua masa de chocolate, que tanto le gusta a mi hijo. Creo que la tradición de “la mona” me permite imaginar que todavía es aquel niño al que puedo proteger de casi todo y me complace ver que él está dispuesto también a fingir y no me revela que, si yo no lo recordase, él ni siquiera caería en la cuenta de que la celebración de la Pascua había pasado a mejor vida.
Hay cosas que no deberían cambiar, cosas que uno debería poder meter en una de esas vitrinas de cristal y dejarlas allí tranquilas.
J.D.Salinger
Por eso mañana será un gran día, ese en el que en mi familia jugamos a ser niños todos, también yo, ingenua aprendiz de pastelera.
¡Feliz domingo, socios!
Imagen: Grafitti de Banksy en Bethnal Green, Londres. chrisdorney / Shutterstock.com
Hasta en alguien tan poco creyente como yo, me has pintado la mona de colorido para mañana, esa que yo también, sin padrinos, comeré con mi hija, recordando que en niñez nunca la tuve y siempre deseé tenerla, todo sea dicho, pensando en el chocolate:P.
Si hay algo del club de los domingos que me atrapa, es ese modo que tienes de convertir las sensaciones y los sentidos de los momentos cotidianos en momentos palpables que se adentran en los que te leemos como si nosotros mismos los estuviésemos sintiendo; así lo siento yo.
Por cierto, casualidad,estos día dí color a la habitación de mi hija, es la primera vez en mi vida que pinto una habitación (que pinto una pared, quiero decir), y , siguiendo sus deseos, de color orquídea (rosa-liláceo) en lugar de mi blanco favorito. REconozco que parece otro piso respecto al resto, un poco de color exterior también ayuda a pintarse un poco más:D.
Feliz domingo,Francesca.
Hola Begoña, yo tengo el estudio pintado de blanco, como el resto de la casa, pero para las cortinas escogí el mismo color orquídea que le gusta a tu hija. Al atardecer, la luz que se filtra, lo hace con un tono que convierte la habitación en un lugar casi mágico… En mi caso fue obra del azar y no de la voluntad, compré unas cortinas creyendo que eran blancas y luego resultó que tenían una horrible franja bordada en el bajo, cuando fui a cambiarlas, me topé con estas nada más cruzar el umbral de la tienda y pensé que hacían juego con el sofá y que parecían estar esperándome. Ya ves qué cosas pienso a veces…
Feliz día de la mona, disfrútala con tu hija ¿con quién mejor?. Un abrazo.