Galettes y sidra

Galettes y sidra

La crisálida y la hueva están en su sitio.
Los soles brillantes que veo, y los soles negros que no puedo ver, están en su sitio.
Lo palpable está en su sitio y lo impalpable está en su sitio.
Canto de mí mismo, Walt Whitman

El poder del ego es infinito, tanto que a veces parece que creamos que el mundo desaparece cuando cerramos los ojos y que nuestra deuda se disipa cuando la olvidamos.

Veo a la gente moverse a mi alrededor como si nada estuviese ocurriendo, como si nadie tuviese que pedir perdón, como si todo pudiese volver a ser como antes solo con desearlo, o incluso sin desearlo siquiera.

Hoy he pasado la mañana leyendo junto a la ventana, en silencio. Las ventanas cerradas no dejan pasar el frío ni el ruido exterior, aunque ni lo uno ni lo otro sean excesivos. La luz de la lamparita rebotaba en los cristales hasta que un centelleo me ha avisado de que ya no era necesaria. El sol es luminoso y helado hoy en Barcelona.

Poco a poco, la casa se ha ido llenando de los cálidos sonidos del despertar de los que siempre están en los momentos difíciles y merecen estar también en los alegres. Si es verdad que uno recoge lo que siembra, yo tengo una parcela pequeña que da los mejores frutos. Gente que me ayuda a escapar del miedo.

Gente con la que deseo alejarme del frío, de las muescas en la culata, de los álbumes de cromos inútilmente completados, de la conmoción, de las pequeñas sospechas cotidianas, de la estupidez del autómata.

Sueño con emprender una larga huida hacia el calor y el estremecimiento permanente, hacia el amor que nos vuelve visibles y nos impide permanecer indiferentes al latido vital que nos rodea.

Correr juntos, sin volver la vista atrás, hasta llegar a un lugar donde lo palpable esté en su sitio y lo impalpable también.

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La fotografía la saqué este viernes en un pequeño restaurante bretón al que voy con T. cuando se nos antoja comer galettes de trigo sarraceno y beber sidra de Cornouaille. Antes era un local diminuto y mal iluminado, ahora es solo un poco más amplio y menos oscuro. Yo pude salir antes del trabajo y fuimos las primeras en ocupar una mesa, luego se fue llenando: unas cuantas parejas, un pequeño grupo de amigas con un bebé y poco más. También en una gran ciudad se puede encontrar un oasis, un lugar amable y sereno. Lo siento, pero no os pienso decir el nombre, lo vais a tener que adivinar.

Quedan tan pocos ya… y hacen tanta falta.