Debes recordar esto,
un beso sigue siendo un beso,
un suspiro es solo un suspiro.
Lo fundamental adquiere valor
a medida que pasa el tiempo…As time goes by. Dooley Wilson.
Para Alfredo
Al final, parece que febrero va a acabar bien. Todo, menos lo irreparable, va volviendo poco a poco a la normalidad. No será un mes para olvidar, sino para tenerlo muy presente el resto del año, cuando me asalte la tentación de quejarme por cualquier tontería.
Sigue haciendo frío, pero ya no llueve. No puedo pedir más de lo que ya tengo: un libro sobre la mesita, un sofá, una manta cálida, el rumor de despertares queridos en el piso de arriba y la promesa de una tarde sin obligaciones por delante…
Esta mañana se me ha vuelto a enfriar el café. Nada más levantarme he recordado una frase que escuché en algún momento del día de ayer «queda poco café del que te gusta». «El que me gusta» es un decir, porque en casa solo yo tomo café y, por consiguiente, si no queda del que a mí me gusta, es que no queda de ninguno. Nada más bajar he comprobado que, efectivamente, quedaba poco, tan poco como que solo había dos cápsulas en el bote donde los guardo. «No pasa nada», he pensado para mis adentros (qué le voy a hacer, soy optimista). Bueno pues sí que pasa, porque he subido a escribir el post con una taza humeante y lo que me estoy tomando ahora es un líquido denso y frío.
Pero es un domingo por la mañana y pienso dedicarlo a escribir este post y al agradable trabajo de revisar unos textos en compañía. Para no desesperarme, he pensado en lo mucho que disfrutaré del té de esta tarde. Pero enseguida he recordado que ayer también el té se quedó helado, mientras yo me mordía las uñas leyendo a Ian Rankin… ¡y subrayando el libro!
Me gusta la novela negra, unos autores más que otros, claro, pero en general podría decirse que disfruto con el género. Creo que ameniza una tarde de domingo como pocas otras cosas, consiguiendo incluso que llegues a olvidar que tu futuro inmediato son cinco días de madrugones y un montón de horas realizando un trabajo que, a veces, ni siquiera entiendes. Sin embargo, mientras leo una historia de misterio, no suelo marcar las hojas para repasarlas más tarde (excepto cuando releo a Chandler, claro, pero él es otra cosa), ni anotar frases en mi libreta de citas, como hago cuando leo otro tipo de novelas.
Con Ian Rankin sin embargo, necesito tener cerca lápiz y papel. Este mes, que como todos sabéis empezó siendo oscuro, pensé que los problemas de unos seres inventados me distraerían de las preocupaciones propias y anduve rebuscando referencias de escritores que todavía no hubiese leído. Fui a ver a mi librero pelirrojo y me habló de Rankin. El caso es que había tenido entre las manos muchas veces algún libro suyo pero, por una cosa u otra, siempre lo retornaba a las estanterías. Ese día, sin embargo, vete tú a saber por qué, confié en la recomendación y me dispuse a conocer al inspector Rebus. Llevo leídas cuatro novelas del tirón y tengo otras cuatro sobre la mesilla, porque no pude resistir la tentación y me di un festín en mi siguiente visita a la misma librería.
No solo es por lo que cuenta, también (sobre todo) por cómo lo cuenta.
¿Qué halago puede ser mejor que decir que Rebus me hizo pensar en Marlowe, Marlowe en Bogart y Bogart en Casablanca?
¡Feliz domingo, socios!
Hola, Francesca.
En mi caso esta semana se me ha acabado literalmente todo el café que me gusta, y en casa hemos ido tirando de los «residuales» (cafés de sabores que no gustaron nada en su día y quedaron arrinconados en la caja…).En mi caso, necesito el café, al menos el primero de la mañana, para despegar; me he visto forzada a tomar las curvas de la Conrería sin él, y reconozco que he llegado desesperada a la cafetera de la empresa buscando mi cápsula potente (aunque allí por el tipo de cafetera que tenemos, la cápsula es más grande y no me sabe tan bueno como en casa). Mala costumbre eso de las cápsulas. Parecerá una tontería, pero el día se me ha antojado más gris desde ese momento.
Pequeños grandes detalles que nos hacen la vida más feliz, supongo.
Un abrazo.
Hola Begoña, fíjate tú que yo no sé si lo que me gusta es el café o la pausa que me proporciona… para mí es un todo: el líquido revivificante, la taza calentándome las manos, el pensamiento que divaga… ¡Ya tengo para subsistir un tiempo! ayer mis padres me dieron provisiones hasta que pueda acercarme a comprar más.
Sí, sin duda son esos los pequeños detalles que te alegran la vida.
Un abrazo.
Esta semana he tropezado con Marlowe, luego con Bogart y finalemente con Bacall preguntando zalamera «¿Sabes silbar?» en «Tener o no tener». Ya ves, coincidencias.
Tomo nota rápidamente de esta recomendación, seguro que Ian Rankin no me falla. Necesito desintoxicarme de forma urgente de una mala lectura. Algunos pretendidos escritores deberían releer a Chandler o quizás sería mejor que fueran castigados de rodillas con un par de tomos de sus obras completas sujetadas por sus manos en cruz.
Feliz domingo Francesca.
Hola José Antonio, ayer estuve visitando tu blog y me encantó. Ya he visto que tu pasión es también la lectura y que tenemos gustos parecidos, además. Lo de «si me necesitas, silba» es una de mis frases de película preferidas. Chandler es, en mi opinión, en mejor escritor de novela negra que ha habido y ha tenido la suerte de que sus adaptaciones cinematográficas (por lo general) han sido cuidadas y fieles a los textos.
A Chandler habría que leerlo en las escuelas y no algunas cosas que, más que acercar, alejan a los niños de la literatura.
¡Feliz semana!
Muy honrado por tu visita. Tus comentarios serán apreciables y apreciados.
Saludos
Pues nada, me lo apuntaré …
¡Feliz semana!
Ya estás tardando, Juana, ya estás tardando…
¡Feliz semana!