No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas
apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te dieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio de tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como un hilo de agua
entre los dedos.

De paso. Meira Delmar

Volví tarde a casa el jueves. Cerrada ya la noche y sin embargo, con la emoción dispuesta más para afrontar un nuevo día, que para la calma del sueño. Estaban naciendo cosas y mi corazón (ese que dicen ahora que siempre ha sido sabio) lo sabía.

Había sido una semana de dar pasitos cortos hacia un objetivo que parecía resistirse, aunque yo, que porto siempre el último estandarte (el que se entrega solo cuando ya todo está perdido) y esta vez tenía la fuerza del que camina en compañía, insistía con entusiasmada tozudez. Pero de pronto, de la tierra que esperaba más inhóspita, brotó una fuente de agua cristalina. Y todo se volvió terreno llano y brisa suave.

Volví a casa tarde el jueves, sí. Y acabo hoy una semana vivida entre el ruido exterior, pero con ese silencio interno que rodea lo que importa. Es azar el que todos se aparten, cada uno con su motivo bajo el brazo y te quedes en paz y valentía. Aunque siempre que ocurre, extrañe tanta coincidencia.

Era tarde cuando el tranvía me llevó rodando hasta mi puerta. Y, mientras se deslizaba entre la oscuridad nocturna, se me ocurrió que, de tanto pensar que no es eterna, a veces olvidamos que la vida es infinita.

——–

Son casi las ocho de la mañana y la migraña, que enseñó sus fauces el viernes, nada más amanecer, parece haber huido tras un día de siestas narcóticas y lectura suave. Hoy me he sentado a escribir y he encontrado la canción en mi buzón, regalada por alguien que creía desaparecido. La foto esta semana no podía ser otra. La definitiva, con la que empezará la primavera, pertenecerá a un mundo más íntimo, como todo lo que, además de por la ilusión, es visitado por el miedo necesario, por ese que nos acompaña como una sombra y evita que corramos el gran riesgo: salir del mundo con el corazón roto.

¡Feliz domingo, socios!