El alba ya despunta y otro día
se dispone al silencio y al calor.
El viento de la aurora mar adentro
ondula y se desliza. Estoy aquí
o allá o en otra parte. En mi principio.Cuatro cuartetos. T. S. Elliot
A mí me gustaría vivir eternamente empezando algo, porque, de la misma forma que amo el alba, amo la desazón que provocan los nuevos comienzos. Siempre ando metida en unos cuantos, ahora también. Uno de ellos es parte de un proyecto a medio plazo y he decidido tomármelo con calma e intentar no preocuparme demasiado por los desajustes iniciales e incluso aceptar los pequeños sacrificios y pensar que lo mejor es que todo se vaya normalizando poco a poco, aunque eso suponga aguantar las molestias durante unos meses más. Si acepto realmente eso y consigo que la espera no añada inquietud, sino ilusión, disfrutaré de esta época como se merece.
Estoy aprendiendo humildad e intentando no cometer el pecado de la esperanza. Esperar demasiado de los demás y de mí misma, logra que todo lo que hacen o hago me parezca incompleto, porque siempre achaco los errores a la precipitación o a la dejadez (debería haber hecho otra revisión, no tendrían que haberme dado tanta prisa, me faltó ampliar tal cosa, me entretuve demasiado en tal otra…), pero lo cierto es que voy comprobando como, alejarme del camino de la perfección, me relaja. Eliot decía que la sabiduría de la humildad es la única sabiduría que podemos esperar adquirir, y de todos es sabido, que Eliot tenía razón casi siempre.
Anoche me despertaron los sonidos quedos del regreso de mi hijo (todavía permanezco en un inexplicable estado de duermevela hasta que lo sé en casa, supuestamente a salvo) y me asomé al balcón a ver la luna, muy alta, sobre los edificios de la ciudad.
Este verano no habrá puente maravilloso, ni emocionantes preparativos, ni nervios voladores, ni taxi colectivo, ni visitas a lugares nuevos, ni pies cansados, ni fotografías que borrar… hasta el último momento, porque todo está ya dispuesto para un cambio de estación aéreo, que me permitirá regresar con energía, para afrontar el prometedor otoño. Me quedaré trabajando sin parar hasta septiembre y solo entonces huiré hacia el país de la lluvia y el romanticismo. Pasaré el calor en esta ciudad, bonita todavía, aunque no sé por cuánto tiempo, porque muchos son los que parecen empeñados en volverla un lugar monótono, triste y gris. La crisis golpea fuerte y en cada trayecto de autobús descubro un nuevo letrero de «se vende» o, como ayer, alguna tienda pretendidamente deslumbrante, de una de esas cadenas de lujo mediocre, instalada donde antes había un pequeño y original comercio. La fealdad la entiendo en las cosas necesarias, pero en los pequeños caprichos que nos damos para diferenciarnos y perfilarnos como algo único entre la multitud… la uniformidad, la vulgaridad del «quiero y no puedo», el absurdo de convertir el desprecio por la calidad en un símbolo de estatus… ¿qué sentido tienen?
Aún así, a pesar de todo…
¡Feliz domingo, socios!
Aún así, a pesar de todo …
Adoro esta Vida y este Planeta …
¡Feliz domingo!