When photography turns social experience. X. Donat
Waiting game. Van Morrison

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera 

defenderla del escándalo y la rutina 

de la miseria y los miserables 

de las ausencias transitorias 

y las definitivas 

defender la alegría como un principio 

defenderla del pasmo y las pesadillas 

de los neutrales y de los neutrones 

de las dulces infamias 
y los graves diagnósticos 




defender la alegría como una bandera 

defenderla del rayo y la melancolía 

de los ingenuos y de los canallas 

de la retórica y los paros cardiacos 

de las endemias y las academias


defender la alegía como un destino 

defenderla del fuego y de los bomberos 

de los suicidas y los homicidas 

de las vacaciones y del agobio 

de la obligación de estar alegres 




defender la alegría como una certeza 

defenderla del óxido y de la roña 

de la famosa pátina del tiempo 

del relente y del oportunismo 

de los proxenetas de la risa 




defender la alegría como un derecho 

defenderla de dios y del invierno 

de las mayúsculas y de la muerte 

de los apellidos y las lástimas 

del azar 

y también de la alegría.

Mario Benedetti
No he hecho todavía balance del año que acaba de terminar, o al menos no más balance que el de los libros leídos (casualmente he acabado como empecé: con un clásico). Tal vez debería hacerlo ahora, pero son tan íntimas esas cosas, tan difíciles de entender incluso para uno mismo…
Salud, dinero, amor. Tres puntos de anclaje en los que sujetar los cabos para que el viento no nos venza. ¡Qué lejos veo ya el momento en el que lo deseaba todo! Que el cuerpo no le impida al alma disfrutar de la parcela de felicidad que le corresponda, que el trabajo nos deje ganarnos la vida y no perderla y que, en algunas ocasiones, la amistad palpite con algo más de intensidad. Me conformaré con eso.
Ha sido 2010 un año cuajado de encuentros, pero también habitado por una dolorosa despedida. Los encuentros me hacen ver un horizonte de futuras experiencias compartidas, de alegría y de ratos de ingenua felicidad. La despedida me ha obligado a recordar que tengo la obligación de darle una oportunidad a alguna gente, a algunos retos, a algunas sonrisas… porque se lo debo y me lo debo, porque dejamos pendiente saber si llegado el caso nos atreveríamos y ahora ya solo podremos saber si yo soy o no tan osada como fantaseábamos ser las dos.
¿Tropiezos? Pues sí, de eso también ha habido, seguramente más, pero dignos de recordar, dos. Hubo un par de veces en las que asumí afinidades que eran solo puras coincidencias, creyendo ver en el otro lo que nunca tuvo… pero de eso he aprendido sobre todo lo que ya sabía: ante la duda, yo no me abstengo. No cuestiono, constato. No creo que tenga tiempo de cambiar eso. No sé si deseo ser de otra manera.
Este año ha sido, también, el año en el que he descubierto que soy mucho más fuerte de lo que pensaba y más capaz que la media de afrontar mi verdad; la de la renuncia, la de no soy capaz, la de eso no me emociona, la de en esto me equivoqué, la de ya no quiero, pero también la de la valentía, la de vamos a por ello, la de así deseo que sea mi vida, la de quiero y mil veces quiero).
Me he pasado la vida defendiendo mi alegría, de todo y de todos. No el iluso optimismo ni la pasajera felicidad, la alegría como un acto voluntario, casi como un destino. La alegría y su estandarte: la sonrisa. Ese será también mi propósito para 2011. Defenderla, defenderme. En otro entorno y en los sitios de siempre. De los otros y de mí misma. En una lucha solitaria o en compañía… con vosotros… si queréis seguir ahí.
…………..
Me he sentado hoy a escribir el primer post de un nuevo año que parece destinado a ofrecerme lo mejor… sé que he cogido una buena ola, pero también sé que incluso la mejor de ellas acaba rompiéndose contra las rocas o muriendo mansamente en una playa dulce y solitaria; la mía también perderá la fuerza que ahora exhibe… pero me gusta la idea de alcanzar una cala acogedora donde reposar y esperar a que el mar me acoja de nuevo y me empuje con el suficiente ímpetu como para animarme a continuar el viaje.
Recuerdo a Papillon y su séptima ola… cuento mientras veo amanecer… y, alegre, sonrío.
¡Feliz domingo, socios!
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