
“Natsukashii designa la nostalgia feliz al momento en el que el recuerdo hermoso regresa a la memoria y la llena de dulzura.»
La nostalgia feliz, Amélie Nothomb
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Volvimos tarde a casa el jueves. Cerrada ya la noche y sin embargo, con la emoción dispuesta más para afrontar un nuevo día, que para la calma del sueño. Mira que hacía tiempo que no salíamos así, sin miedo a incumplir ninguna promesa y sin remordimientos porque alguien desesperase mientras nos esperaba… Fue bonito reunirnos con desconocidos que pronto dejarán de serlo y fue un alivio que un nuevo amigo nos acompañase a casa como bienvenida. Esa sensación de no estar solos es, de momento, una ficción que oculta la semilla de una realidad factible.
Estas dos últimas semanas han estado plagadas de días de dar pasitos cortos hacia un objetivo que parecía resistirse, aunque yo, que porto siempre el último estandarte (el que se entrega solo cuando ya todo está perdido) y esta vez tenía la fuerza del que camina en compañía, he insistido con entusiasmo. Seguiré insistiendo, tozuda y esperanzada, que no lo dude nadie.
También han sido días de compras, regalos prácticos, como una alfombra que llevábamos esperando meses y ¡voilà! Justo han repuesto ahora -desconozco si alguien se compra alfombras sin necesitarlas, solo porque se acerca la Navidad, pero me extraña-, regalos para dos y regalos del uno para el otro. La distancia virtualizará el resto, qué le vamos a hacer. El caso es que en las calles ya brilla el ambiente navideño y en casa también.
El día 27 empezó el Adviento y encendimos las luces del árbol. Tienen un temporizador y a las 6 de la tarde se ilumina de repente una esquina del salón, que se apaga a medianoche, a veces antes de que terminemos la partida del juego de mesa que hayamos elegido para ese día. Falta la flor de pascua que quiero ir a buscar en un par de semanas, por aquello de que aunque las últimas que compré no se murieron, al cambiar de clima vuelven a aflorar los miedos de tantos años de mataplantas y contra más tarde la compre, más me aseguro de que dure hasta los días importantes.
La Navidad está cerca y este año será diferente, ni mejor ni peor, simplemente distinta. Se mantendrá, eso no lo dudo, en un nivel más íntimo, e intentaremos protegerla, como todo lo que, además de por la ilusión, es visitado por el temor que inspira lo desconocido.
Como he dicho antes, ya he comprado los primeros regalos y estoy escribiendo mi lista de deseos, aunque poco más puedo pedir sin avergonzarme, teniendo ya, como tengo, esa ventana lectora desde la que veo la lluvia caer. Aun así, anotaré un libro, un perfume, un viaje, una visita a un rincón desconocido, un nuevo rito inventado a medias… Serán días luminosos -y no lo digo solo por el árbol, que también-, si conseguimos hacerle un quiebro a la nostalgia, o tenemos la suerte de que nos sorprenda la otra, la nostalgia feliz.
¡Feliz domingo, socios!
Imagen: Arturo Añez