The Linnean Society. FC (2012)

Sobre la mesa del estudio tengo un trozo de cuero con la imagen estampada de un fragmento de La creación de Adán de Miguel Ángel, que me regaló Mandy por mi cumpleaños. Cada vez que dejo la taza sobre ella me recuerda que tengo pendiente volver a Roma una tercera vez para ver la Capilla Sixtina, que es una de esas cosas que crees haber visto aunque no lo hayas hecho nunca. La primera vez que fui al Vaticano los frescos de Miguel Ángel se estaban restaurando y la segunda vez que estuve en Roma la restauración seguía (duró 14 años, mes arriba, mes abajo) y yo solo iba para ver ese fresco, del que poco se habla, con esa representación de la creación del hombre en la que Miguel Ángel pintó un útero materno y nadie se enteró, porque nadie sabía de anatomía tanto como él. El conocimiento, a Miguel Ángel, le permitió dejar constancia histórica de su enfado con el clero. Dicen que la Capilla Sixtina pretendía ser un regalo envenenado, que le encargaron las pinturas porque creyeron que no podía ser igual de bueno en todo y porque quisieron interrumpir la obra en la que estaba trabajando para que pintase unos frescos de los que poder decir luego que eran mediocres. Al parecer, Bramante fue el ideólogo de aquello, pero la verdad es que pocos contestaríamos a la pregunta de quién fue el arquitecto de la Basílica del Vaticano y muchos (¿todos?) los que sabemos quien pintó la Capilla Sixtina. Cabe decir, que la obra interrumpida lo fue después de que acabase el Moisés, así es que de poco valió la treta.

Pero yo no me he sentado hoy aquí para hablar de Miguel Ángel, pero ha sido ver la alfombrilla y se me ha ido el santo al cielo.

Lo que yo quería comentar es que he leído un libro de esos que me atrevo a recomendar.

“La escritora” de Audur Ava Ólafsdóttir me la leí en dos días y me sobró medio. Como no leo las contraportadas, no sabía de qué iba, pero me dio igual. Había leído Rosa Cándida hacía años y no volví a saber nada de la escritora hasta que me topé con una crítica de este libro y corrí a comprarlo.

Como siempre, os tendréis que fiar de mi palabra, porque no os voy a decir nada más excepto lo que ya he dicho, que lo leí casi del tirón, a pesar de que no contiene más intriga que la vida de la gente que considera que tiene derecho a vivir como desea y no como se supone que debe desear.

Y eso es todo, amigos. Que vayáis a Roma y leáis a Ólafsdóttir. Si queréis, claro, pero que sepáis que si no lo hacéis os vais a perder algo bueno, así que vosotros mismos…

¡Feliz domingo, socios!