Para el profesor gruñón
Por lo mucho que he aprendido con él
Pero, sobre todo, por estar ahí
Gracias
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Por algún extraño motivo (alguna venturosa alineación astral, tal vez), esta semana ha estado cuajada de buenas noticias: los resultados positivos de una prueba médica, un fructífero día de entusiasmo intelectual entre los mejores en mi profesión, el (re)conocimiento de alguien cuyo abrazo ha sido tan cálido como lo son sus mails y ya, para acabarlo de rematar, la noticia de que se nos ha concedido la beca que me permitirá permanecer tiempo suficiente por aquí, como para comprobar si esto de las comunidades virtuales me puede dar de comer, o mejor lo dejamos en un hobbie original.
Bueno pues, cuando pensaba que ya no podía pasarme nada mejor, recibí un mail ante el que sólo pude sonreír y poner cara de tonta.
Escribo relatos de ficción; no sé si lo he dicho antes aquí, pero en todo caso es fácil deducir que lo hago: me encanta escribir desde pequeña y esto del blog está bien, pero siempre parto de un hecho cierto y, lo más fácil, la narradora soy yo. La memoria lo altera, a veces incluso el propio discurso literario lo modifica, pero el detonante es, habitualmente, personal. Y, aunque no lo sea, lo asumo como propio, porque lo filtro, lo traduzco, lo asimilo y os lo cuento «yo», mi yo literario, mi yo persona que escribe un blog, pero nunca tengo que recurrir a inventar a otro. El proceso de creación es limitado e infinitamente más sencillo.
La ficción lo complica todo, porque significa partir de cero. Luego, según avanza, es cierto que recurres a ambientaciones y actitudes que conoces (de primera mano o por terceros), pero la página en blanco la debes atacar tú sola, sin muletas que valgan: ¿qué quiero decir?… y lo más difícil: ¿quién va a decirlo? ¿cómo lo dirá? ¿cómo llegará a las conclusiones a las que deseo que llegue?, aún peor, ¿qué diría? ¿qué pensaría si…?
La ficción, también, dice mucho más del que escribe de lo que pudiera parecer en un principio. Cuando inventas lo haces a partir de lo que desearías que hubiese ocurrido, de lo que sueñas con que suceda en el futuro, o al contrario, te basas en tus temores, en aquello que te intimida, en lo que te ruboriza… la fantasía es traidora y enseña demasiado de uno mismo… más, a veces, que el diario íntimo que nunca he escrito (puede que este blog os lo parezca, pero ni por asomo lo es; en la adolescencia intenté escribir un diario y me pareció aburridísimo… ¡casi tanto como jugar al póquer con garbanzos!).
El caso es que, tras pensarlo mucho (tuve alrededor de 10 minutos el mail con el archivo adjunto abierto, antes de presionar “enviar”), decidí que una persona, cuya opinión en temas literarios respeto cada vez más (y para mí decir eso, creedme, es decir mucho), leyese un relato mío y me dijese lo que le parecía.
Además sabía que me arriesgaba, porque es de esos que no irá al infierno por mentir en las críticas (por otra cosa no sé, pero por eso, fijo que no) y ya me veía yo buscando un puente para tirarme, cuando leyese lo que tenía que decir sobre la historia en cuestión.
Bueno pues queda demostrado que los más severos también son los más entusiastas cuando algo les gusta. Me emocionó. Por eso hoy quiero darle las gracias: por su tiempo, por sus análisis y por ser sincero, también, cuando el juicio implica un halago.
Habrá más días para comentar otros temas más profundos. Hemos acabado un duro trabajo juntos (me temo que mucho más duro para él que para mí) y este es mi tributo a su paciencia. Podría haberlo escrito cualquier día de la semana (seguro que lo estás pensando, lo sé, tú tan discreto y yo tan poco), pero se ha ganado un domingo… ¡Por listo!
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La verdad es que no todo ha sido positivo estos días: el lunes me desaparecieron las gafas «de leer» y el martes perdí mi portaminas preferido en un taxi. Del segundo ya tengo el recambio en casa y las gafas nuevas me las entregan el miércoles (es decir, el jueves, que este miércoles no creo yo que esté el transporte público como para salir de casa, si no es para una urgencia).
También me equivoqué con el libro de Csikszentmihalyi,… se llama «Fluir», el de «Aprender a fluir» es una segunda parte, no tan exitosa al parecer. Tengo los dos esperándome… y yo sin gafas… Justa condena por tener siempre la cabeza en las nubes… o en «la nube», que al final viene a ser lo mismo.
www.elclubdelosdomingos.com
La Vida es un fluir …. había que cambiar el portaminas porque no hay que aferrarse a nada, las gafas seguro que aparecen, pero decidieron que tenias que salir a buscar otras mientras ellas se «escondian».
Me gusta leer y escuchar historias, disparan mi imaginación y «me» descubren pesonajes interiores.
¡Enhorabuena! a ti y a nosotros que te disfrutaremos por aquí por más tiempo.
M'agrada llegir les teves històries, Francesca. Donem gràcies també a la beca que deixarà que et continuem tenint per aquí i pels nostres àmbits professionals 😉 I les ulleres ja apareixeran, oi?
@Juana. ¡Gracias!… veo que lo de «fluir» te gustó 😉 A mí también, lo reconozco; pienso estrenar las nuevas gafas con ese libro (las viejas, como te dije, estoy segura de que aparecerán el jueves a más tardar…). Seguiré por aquí, con la misma intensidad un par de años más de lo que pensaba… ¡y encantada, porque los compañeros de viaje sois fantásticos! Un abrazo.
@jordigraells. Quina il·lusió trobar-te en aquest espai!… no cal que et digui que, el que em feia més pena, era pensar en deixar d'estar tan ben acompanyada professional i personalment… com sempre dic, la xarxa no uneix res que la realitat no unís si li donéssim l'oportunitat!
Gràcies per venir i deixar aquest testimoni de la teva presència, m'anima molt saber que em llegeixes, de veritat! (les maleïdes ulleres devien estar cansades de tant llegir… segur que apareixen tan bon punt entrin les noves per la porta!). Una abraçada!
Hija, qué alegría me ha dado leer el artículo de este finde. Se te ve tan contenta que lo contagias.
Mis felicitaciones por tus buenas críticas, tus abrazos, tus becas y tus gafas nuevas.
Hala, a fluir por ahí.
ug
@Tío Eugenio. ¡Qué cosas tiene Internet! ¿has visto? hace dos días no sabías que existía y ahora te alegras de verme contenta… ¡esa gente es la que quiero ver yo por aquí Ug!
Fluyo, fluyo… y todavía no he empezado el libro… ya veréis ya, dentro de nada «telepredico» 😉
Cuando se escribe, no sé todavía qué es verdad, qué mentira, qué personal, que impersonal, qué inventado, qué fantaseado, qué…
Amos, que no sé ná.
@tonapou. Esa es la situación ideal Tona, que el relato nos aleje del punto de partida (¿tal vez escribimos para eso? ¿para alejarnos?) y al final no nos reconozcamos en el resultado… y sin embargo estemos ahí.
Es complicado… incluso en este espacio sería difícil decir hasta donde hablo yo y donde me desdoblo y la que habla es otra, que se me parece mucho, pero no piensa exactamente como yo… Un lío… pero de eso se trata ¿no? ¡de hacerse un lío!… mucho mejor que dar vueltas en círculo ¡ande va a parar! Un gusto verla por aquí señora.
Llego tarde, pero llego. Para felicitarte por la beca, por lo del relato y por todo lo demás. Para decirte que las perdedoras (solo de objetos) te saludan, compañera. Y que dime con quién andas y te diré quién eres: la gente que te rodea es estupenda, por lo tanto… Dicho queda.
@AliyCia. ¡Nunca es tarde si la dicha es buena! Ni te imaginas lo que me gusta leerte por aquí (y por tus barrios, que sabes que me paseo mucho, aunque no siempre hable). Pues sí, la verdad, por aquí viene gente estupendísima de la muerte… ¡así que te vas a encontrar en tu salsa!
Dicho queda también :-). Un abrazo y ven más…
Francesca:
Como habras visto, llevo más de una semana medio perdido, más bien, desbordado. Me he tenido que poner el mono, y evitar distracciones, para sacar adelante un currelo muy duro, incluyendo viajes y más viajes. De hecho, por primera vez llevo tantos dias sin contestar a los comentarios de mi blog, pero antes quería hacerte la visita. Me gusta mucho pasarme por aqui, ya sabes, es un lugar tan cálido y amable que regreso siempre.
Estoy leyendo tus posts «en lote», y no canso de reirme. Qué gracia tienes. Me alegro especialmente haber leído este, con el que me identifico. Ya me entiendes 🙂
Esa figura del «profesor gruñon» tiene mucho significado para mi. Tuve un jefe que se llamaba Regino Boti, un genio, que no sabes lo que me machacaba. No se andaba con chiquitas. Me aparecía en su oficina paveandome con mi documento, que creía perfecto, y el tío me lo devolvía con sus cientos de notas de correcciones a lápiz, para que me enterara que tenía todavía mucho que aprender. Sabía darme en el puntillo del orgullo y la arrogancia, pero al mismo tiempo era tan generoso. Por aquel entonces no supe valorar del todo lo que Regino Boti hacía por mí, pero hoy lo tengo en un altar. Necesitamos «profesores gruñones» en nuestra vida. Gente honesta, que no se corte un pelo, que te diga lo que piensa de verdad, con ese toque de cariño que está implícito en quien se preocupa realmente por darte una opinión. Tenemos que aprender a valorar eso. Incluso a separar la persona del contenido. Es un signo de madurez.
Oye, sí que te equivocaste de libro, porque el segundo no tiene nada que ver con el primero. «Fluir» («Flow») es la obra maestra, donde se forjan los cimientos de la ciencia de la felicidad. El segundo es un refritillo, a mí me decepcionó un poco. Así que ya me contaras qué te pareció ese hungaro de apellido impronunciable…
Un abrazo fuerte, compañera, y que sigas así de contenta 🙂
@Amalio A. Rey. ¡Cómo me gusta que vengas! Me alegro mucho de que pensemos igual en el tema de los “profesores gruñones”, y, sobre todo, de que este post te haya provocado en cierto modo el recuerdo de Regino Boti (un economista hijo de un poeta… ¡debió ser grande, sí señor!). Ayer me enteré de que había muerto Joan Triadú, que fue el director del colegio donde fui de pequeña y era una persona muy especial, todavía recuerdo que me llamó un día a su despacho y yo entré temiéndome lo peor, aunque sin tener conciencia de haber hecho nada malo… y me recibió de pie, con una redacción mía en la mano (era sobre una conversación con un canario –pájaro- que tenía yo en mi casa, todavía me acuerdo… pensé: “Cañas, ya has metido la pata, deberías haber escrito sobre lo que hiciste estas vacaciones”). Bueno pues resulta que lo que me quería decir era que escribiese, que yo valía para eso “escribe… estudia, pero escribe” me dijo. Me emocionó.
Me equivoqué con el libro (suelo hacerlo, no creas), pero subsané el error, que es lo importante. Lo voy a empezar ya, que esta semana ha dado todo un giro… ¡qué efímera que es la felicidad, Amalio!
De lo que no dices nada es de una de mis alegrías de la semana, el señor del abrazo tan cálido como sus mails… ¿quién te crees que es, muchacho? 😉 … la verdad es que entre tú y el profe gruñón todavía hay otra cosa en común, que pronto saldrá a la luz… je, je.
¡Un abrazo!
Pues me he quedado con las ganas de leer el relato. Creo que también me gustatía.
Enhorabuena por las buenas noticias sobre ese trabajo que tienes y que me cuesta tanto entender.
Besos
@Icíar. El relato lo leeréis pronto… es la introducción y el epílogo de la famosa entrevista. Mi trabajo es sencillo: médicos, enfermeras y dietistas de atención primaria + médicos, enfermeras y dietistas de endocrinología de un gran hospital, colaboran, aprenden y mejoran la atención al paciente endocrinológico en un ambiente de confianza, respeto profesional y armonía personal.
¿A qué parece fácil?… ¡pues lo es! porque el material humano con el que trabajo es el mejor del mundo! (para más información pincha en Mi rincón de trabajo y cotillea por allí ;-D).
Besos, Icíar.
Que no diga nada no significa que no sienta, o que no me entere. Es pudor, mucho pudor 🙂
Ja… lo que me une al profe es precisamente ser un poquito «gruñon», a eso le llaman ser franco en esta sociedad de la hipocresía….
un abrazo!!!
@Amalio A. Rey. No sientas pudor cuando te dicen algo bonito hombre, que bastantes cosas feas nos dicen ya… ¿o es sólo a mí? :-/
Ay, estos gruñones, que luego sois un «cachopan»… Un abrazo!