Ver el alba contigo,
ver contigo la noche
y ver de nuevo el alba
en la luz de tus ojos.
Ayer la noche me encontró cansada de pensar y todavía era pronto cuando decidí acostarme. No suelo leer en la cama, a menos que esté enferma. No leo para dormir, leo para despertar. Pero necesitaba desconectar de la realidad y cogí
El último buen beso. No pude parar hasta casi la madrugada, cuando Crumley calló. Pensé entonces que hoy publicaría muy tarde y que os hablaría de esa novela. Pero Sughrue, con su camioneta, me transportó en sueños hasta parajes solitarios y me he despertando pensando en Mr. Singer, ese personaje que ya forma parte de mi vida y con el que sé que, algún día, me sorprenderé manteniendo una conversación.
Ni siquiera recuerdo ahora las razones que me llevaron a McCullers. Quizás fue el título del libro, Iluminación y fulgor nocturno, o que yo andaba buscando un ejemplar ligero, para acompañar mis viajes en tranvía. Puede que fueran los ojos de la autora que me observaban desde la portada y me decían algo así como “nos vamos a entender bien”… el caso es que, contra todo pronóstico, leí hace muy poco la autobiografía que Carson McCullers, herida ya de muerte, dictó con solo 50 años. Y a mí, que no me gusta el frío relato de los hechos que rodean una vida, porque suelen indicar muy poco sobre lo que realmente ocurrió, me sedujo de tal forma ese fulgor, que me lancé a la búsqueda de otros libros de la autora.
Quise leer primero (¿quién no?), El corazón es un cazador solitario. A mi librero pelirrojo no le quedaban ejemplares y yo no quería esperar, así que lo encargué por teléfono a otra librería y una mañana extrañamente brillante, que cobijaba un precioso secreto que me fue revelado estando ya el libro en mi poder (pude aferrarme a él después, al caer la tarde, sola ya y fue aquella una especie de coincidencia poética), fui al centro de la ciudad a recoger la novela.
Todavía no logro entender cómo he pasado por alto a esta autora en tantos años de lectura casi compulsiva. Menos aún se entiende que con veintitrés años alguien pueda saber tanto de la soledad.
No es una de esas historias que le suelo recomendar a la gente, porque casi nada cuenta, excepto la vida. Eso sí, la vida fluye a borbotones, anegándolo todo a su paso. La realidad desnuda, sin misterio posible, golpea a unos personajes que apenas pueden mantenerse erguidos, bien sea gracias a sus sueños, bien a la ilusión de una dignidad que nadie, salvo ellos mismos, comprende.
He estado estos días hechizada por un relato sobre gente áspera, severa; hombres y mujeres tristes, que llevan una vida miserable que no merecen. Personas que le cuentan sus secretos al vacío. Y un personaje, el principal, que no es nada excepto la encarnación del amor a otro. Un hombre que es para los demás el centro y cuyo centro a su vez, está dentro de sí mismo… y a sí mismo vuelve al final, cuando todo acaba y cuando, al mismo tiempo, todo vuelve a empezar.
El corazón es un cazador solitario, sí. Mr. Singer lo sabe. Tal vez por eso deje que unos seres malheridos se sienten a su mesa y disfruten de la cálida sensación de hacerle confidencias, a alguien que entenderá sus ganas de escapar en busca de otras realidades. Y es que la mayor de las soledades es no tener a nadie a quien contarle que eres, todavía, capaz de amar.
………………………
Si creyese que las casualidades existen, os contaría que el jueves, en el paseo que suele dar al atardecer, su pie tropezó en la arena, por casualidad, con una de esas botellas que contienen un mensaje que alguien lanza al océano con la esperanza de que quien lo halle sepa lo que hacer.
Contenía un código secreto pero fácil de descifrar. Escenas alegres, caras contentas. También miradas perdidas, con su poquito de soledad. Pero sobre todo, encerrado en el vidrio verde y gastado, había un intento desesperado por mantener la vida bajo control.
Entonces escribió una palabra en el reverso de una de las fotografías y la volvió a introducir en la botella.
Una palabra solamente. No hacía falta más.
Subió al risco más alto, estiró el brazo todo lo que pudo y la lanzó al mar. Muy fuerte, muy lejos, para que no volviese a la playa sin querer.
Vio como flotaba contra el oleaje y se alejaba lentamente.
Una sola palabra. Ella entendería.
“Adiós”.
Me dio pena cuando me lo contó. Tantas esperanzas rotas. Tanto desamor de golpe. Sabiendo que el mensaje llegará, pero sin saber cuándo…
¡Feliz domingo, socios!
Con tu relato me he acordado de las muchas conversaciones que he tenido con una de mis amigas, nuestro «tema recurrente» es el de encontrar el «centro» dentro de ti misma, la necesidad de encontrar el «eje» sobre el que giramos, ese «hara» el centro del hombre, del que tanto habla Dürckheim
@Juana. Dürckheim y las «horas estrella de la vida». Ir a nuestro centro en busca de nosotros, encontrarnos, aceptarnos y responsabilizarnos de nosotros mismos. Ser lo que uno sueña ser…
No sé si has leído el libro de «El corazón…», pero si no lo has hecho, eres una de las pocas personas a las que se lo recomendaría sin temor a fallar. No son los hechos, es la vida la que pasa.
Es uno de esos textos en los que parece que se abordan muchos temas, pero de lo que en realidad nos habla la autora es de lo único importante. Del amor, por supuesto…
Un abrazo, Juana. Léelo.
Bon dia, @Francesca!
Si aquest adéu és un adéu adreçat a aquest mantenir la vida sota control…que la llenci ben lluny l’ampolla!! Però dir-li adéu a ella, mai…mai de la vida!
Si hem de ser realistes, a “ella” el missatge no li arribarà, si no és, és clar, que viu a la costa, i encara així seria molta “casualitat”…
I si no viu a la costa, com li arribarà? Com pot una ampolla llençada al mar pujar riu amunt i contracorrent? Ara que, ben mirat, qui sap! potser si el missatge fos “hola amor” podria… però, si el missatge és “adéu”…no, no podrà, no té tanta força el desamor.
Bon diumenge 🙂
@Isabel. Hola! El relat del final és de ficció (crec…), però per mi els missatges que enviem sense ni tan sols saber-ho són importants.
En aquest cas no és ell qui diu adéu, o en tot cas, li diu perquè ella ni demana de manera amagada, no? Bé, si fos un cas real, jo diria que a ell li fa mal el desamor… i sí… té força quan et toca rebre… molta… quan el sents tu és diferent, sembla com més lleuger i si és compartit llavors quasi que es bó i tot… no?… en fi… no sé… són temes per rumiar…
Gràcies per ajudar-me a pensar i per passar-te per aquí, Isabel! Bon diumenge 🙂
I és clar que el relat és de ficció! però sempre hi ha quelcom en la ficció que ens atansa inexorablement a la nostra realitat. En el teu relat d’avui m’has fet pensar, com sempre, perquè tens la virtut de deixar en l’aire moltes qüestions i això fa que els qui et llegim…pensem. I, en el meu cas, també fa que anem més enllà i que continuem el relat en la nostra imaginació.
Avui has escrit clarament Francesca sobre un desamor i, efectivament, es pot pensar en un adéu madur, meditat i volgut per ambdues parts, què, fins i tot, pot ser bo! però, ves per on, a mi m’ha donat per pensar en un desamor gairebé embrionari. M’has fet pensar en un adéu prematur, en un adéu que mata l’amor de ben petit, gairebé, acabat de néixer. M’has fet pensar en l’adéu de qui no té el coratge d’enfrontar-se cara a cara i envia un missatge que no sap si la destinatària -“ella” en el relat- rebrà. Aleshores, em ve de gust de ficar-me a la pell d’ella i penso que no el vol rebre… no pas ara!
Llegeixo i llegiré els teus relats Francesca tot deixant volar la imaginació, i et faré partícip del que desperten en mi les teves paraules, més que tots els llibres que recomanes –que s’agraeix- m’interessa, ja ho saps prou, el que tu escrius, perquè trobo que és un luxe poder compartir i fer tertúlia amb el creador del text. Fins al proper diumenge.
Hoy vengo tarde, a pesar de haber leído tu post muy temprano. Y aún ahora no estoy yo muy a tono para comentar, y eso es algo que esta tertulia no se merece. Tu post me ha gustado mucho, solo que llevo unos días empapada en la parte menos intimista y más cruda de la realidad del panorama global y mi atención no quería acoplarse al ritmo de los domingos. Supongo que me pilló “cansada de pensar”.
Sin embargo el “centro de mi misma” que dice Juana sintonizaba bien con la deliciosa música que has seleccionado. Es cierto, el corazón es un cazador solitario y casi nada cuenta, excepto la vida.
Hoy he necesitado alejarme de esta pantalla que tanto hace por superar el tiempo y el espacio y me conecta cada día con gente estupenda, pero al final, tenía que venir a decir hola, a decir que estuve aquí y a desear una feliz semana..
Un abrazo Francesca! 🙂
Enhorabuena. Lo buscare. Por lo que dices, por lo que no dices pero ansíes, merece la pena.
@Isabel Hola, contesto des de casa teva, estic a Lleida, esperant un tren… una situació molt literària… 🙂
M'agrada el que dius, jo escric sempre intentant deixar que el lector participi, imagini, tal i com m'agrada a mi que em passi. Reivindico la participació del lector en el text, la ficció s'ha de fer entre tots… fins i tot i ha personatges que tenen vida pròpia..
Gràcies per venir i fer tertúlia, Isabel. Una abraçada!
@Isabel. Ayer pasaste cuando yo ya estaba de retirada… 🙂 Hoy te contesto desde la barra de bar de una estación, mientras espero que llegue mi tren y me tomo un café para empezar la tarde.
Si no encontrase gente como tú por aquí, no me sentiría ahora, en una ciudad distinta (pero acogedora y nada extraña, después de tantos años y, sobre todo, después de tanta gente…) y en un tiempo raro de espera que suele ser aburrida, exactamente como en casa…
Gracias por venir, Isabel, tienes razón, casi nada cuenta, excepto la vida. Hay que pensar en eso…
Un abrazo fuerte!
@Rafa. Harás bien, los dos libros valen la pena. Sospecho que todo lo de ella lo vale… yo voy a ver si encuentro la Balada de un café triste (creo que se llama así) esta misma tarde.
Un abrazo, Rafa. Gracias por pasarte por aquí.