Pachulí, mirra, rosa damascena

 “Si alguna vez la vida te maltrata,
acuérdate de mí,
que no puede cansarse de esperar
aquel que no se cansa de mirarte..

Dedicatoria, Luis García Montero

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Esta noche ha llovido y el aire huele a bosque y a mar salada. Es lo que tiene esta ciudad, llena a reventar de árboles y con una bahía que deja entrar el mar hasta la cocina, como aquel que dice. Anoche llovió y la temperatura se ha vuelto casi otoñal, aunque eso lo digo bajito, no sea que vuelva a subir y acabe de destrozar mi termostato interno, ese que ya dejó medio escacharrado la menopausia.

También esta noche me han recordado que pronto será Halloween, esa celebración celta con la que se despedía al sol antes de que el invierno trajese el frío y acortase los días y en la que se creía que los espíritus de los muertos, a modo de fantasmas, se paseaban por la tierra, camino del más allá, acompañados de hadas y otros seres fantásticos.

Yo nunca he celebrado Halloween, pero sí creo en los fantasmas, aunque cada uno tiene los suyos y los míos no me dan miedo. Mis fantasmas son amables, como el de la Sra. Muir, y están hechos de trocitos de recuerdos, de pedazos de emociones, de anécdotas a las que la memoria, estoy segura, da más importancia de la que tuvieron en su momento. Mis fantasmas no necesitan un día especial para ser celebrados y sé que dejarán de venir sin previo aviso, pero se asegurarán antes de que estoy lista para la despedida.

Y no, no me dan miedo, porque al final estoy segura de que volverán y serán ellos los que me salven de la soledad última. Como yo estoy destinada a salvar a otros. Total, que hoy es domingo, esta noche ha llovido, muchos de los que mañana trabajan han aprovechado para celebrar Halloween y es una hora más tarde lo que me pensaba… hay que ver la de cosas que han pasado mientras dormía.

¡Feliz domingo, socios!

Imagen: Lisa Fotios