Este es el prólogo que escribí para el libro que acaba de publicar mi padre y en cuya edición he trabajado durante los últimos meses.
«Me costó mucho aceptar la responsabilidad de escribir este prólogo, porque pensaba que cualquier cosa que yo dijese enturbiaría de presente un libro que es puro pasado y temía que eso desvirtuara lo que para mí significan unos relatos que no solo son historias verídicas, sino que forman parte de mi vida pretérita, de lo que pasó antes de que yo sucediese.
A la mayoría de personas que se nombran en este libro no las he tratado y, sin embargo, puedo verlas cruzar los viñedos y oírlas hablar con ese acento manchego que tanto me gusta y tan rápidamente reconozco, aunque suenen mil voces a la vez; pero a algunas sí las he conocido, las he querido y me he sentido querida por ellas. Recordar a las que ya no están duele y, a la vez, me hace sentirme afortunada por haberlas tenido a mi lado alguna vez.
Este libro, además, fue escrito, como quien dice, en la antesala de un quirófano. Mientras esperábamos un destino que desconocíamos y nos asustaba le propuse a mi padre que escribiese algunas de las anécdotas que nos solía contar en casa, para convertirlas más tarde en un libro de relatos. Pensé que, si a mí las palabras me habían salvado tantas veces, también podrían salvar a mis padres, transportándoles al pasado y haciéndoles así olvidar, al menos mientras recordaban, un presente que se tambaleaba y un futuro incierto. De manera que este libro, que tantas verdades encierra, se fraguó sobre una gran mentira: en realidad yo solo pretendía paliar su miedo y disimular el mío.
Y sin embargo, aquí estamos. Pasó el tiempo, el dolor fue menor del esperado y el temor se diluyó como un azucarillo en el café de la sobremesa. Pero el libro ya estaba avanzado y siguió adelante.
Me ha gustado lo que he leído, sobre todo, porque es la voz de una generación que ha tenido que enfrentarse a casi todo y sigue haciéndolo sin achantarse ante el cambiante destino que no avisa de cuándo ni cómo nos sorprenderá dándole un giro a nuestra vida.
El autor, mi padre, no escribe lo que ocurrió, sino el recuerdo de lo vivido y eso hace que este sea un libro optimista, porque, como ha hecho siempre, ante la duda, elige recordar lo mejor, lo que le enseñó, lo que provocó su ternura o su piedad, lo que, en definitiva, le ayudó a formarse como persona.
He disfrutado leyendo estos relatos y estoy deseando leer los que sé que ya ha empezado a escribir. Aquellos en los que nos habla de su vida adulta, con la misma memoria, lúcida y compasiva, con la que nos ha contado su infancia y su primera juventud.»
» … porque, como ha hecho siempre, ante la duda, elige recordar lo mejor, lo que le enseñó … »
Pues habrá que leerlo … ¡feliz semana!
Hola Juana,
Gracias por pasarte por aquí. Recordar es, sobre todo, elegir la actitud con la que vivir el presente y afrontar el futuro. Lo de decidir quedarnos con los mejores recuerdos es algo que hago porque lo aprendí de él.
Un abrazo fuerte.