A medida que avanzábamos la arena ganaba terreno y empezaba a dominar sobre la pinaza y de pronto, en un recodo, los árboles se abrían a la luz de la bahía. Lo que se veía entonces era tan irresistible que yo me olvidaba de las hostilidades y corría hacia la orilla con las otras, sintiéndome libre, contagiada de una felicidad física que no podía comprender ni compartir.
Isabel Núñez, Entonces
A veces el pasado sale a nuestro paso, como un fogonazo de esquivo presente. Eso me pasó a mí el miércoles. Alguien con quien un día compartí escenarios de mi vida y que contempló la realidad con unos ojos no sé si más lúcidos, pero con toda seguridad más maduros que los míos de entonces, se me apareció en forma de libro.
Lo hojeé y lo volví a dejar en su sitio, primero debía asimilar el impacto de ver su cara de aquellos años dibujada en la portada, sabiendo como sé que la otra, la que sin duda merecía envejecer, ha dejado de existir.
En el tranvía que me llevaba a casa recordé una de las muchas cosas que he aprendido en estos últimos tiempos: el dinero no entiende de justicia. Por eso pensé que será difícil que se reedite un libro que nace huérfano de promoción, con independencia de la calidad que tenga, y regresé sobre mis pasos. Estos últimos días en los que el calor y el frío, el sol y las nubes, se alternan como solo saben hacer en primavera, lo estoy leyendo en los ratos que la migraña me permite. Poco a poco descubro a alguien a quien ahora sé que no conocía en absoluto; reconozco, eso sí, muchos de los lugares y a la mayoría de las personas; también a ella, que muestra en la novela esos rincones del alma que solemos mantener ocultos y, de ese modo, va dejando poco a poco de ser un personaje más de los que rozaron mi pasado sin habitarlo, para crecer en importancia en mi álbum de recuerdos infantiles. Sé que escucho su verdadera voz por primera y última vez y eso me apena.
El martes será Sant Jordi pero, como tengo tantos libros sobre la mesilla en la que deposito los pendientes (y alguno más esperándome en la biblioteca municipal, como ese Doctor Zhivago que a ver cómo dejo de leer ahora, después de esto…), solo tengo uno apuntado en la lista, «La señora Jenny Treibel» de Theodor Fontane. Creo que un poco de novela negra tampoco me irá mal, en estos días densos de la recta final de la tesis y probablemente escoja «Silenciadas» de Kristina Ohlsson, de la que tanto me gustaron sus «Elegidas». También me atrae mucho «Vivir de noche» de Denis Lehane, aunque quizás lo deje para más adelante. Ya veremos qué hago el martes que, en estas cosas, siempre hay sorpresas de última hora.
Y vosotros ¿estáis pensando comprar algún libro estos días?… ¿cuál?
¡Feliz domingo, socios!
Suelo comprar libros y acumularlos, en un momento dado es como si me «llamasen» y, me pongo a leer como poseida jajajaja …
¡feliz domingo!
Bueno, Juana, pues ya me dirás el que te «llama» mañana, si es que te llama alguno 🙂
Yo es que si me compro más libros acabaré histérica, de verlos ahí en su mesilla, sin poder ser leídos, esperando que acabe con toda esta jerga técnica en la que estoy metida…
¡Un abrazo de lunes!