Vitrall

¿Por qué siento que llevo un secreto dentro de mi cuerpo como si fuese un embrión, mudo e informe, imposible de aprehender? ¿Y por qué siento que puede explotar con gran estruendo si no me ando con cuidado? Tiene que ser fácil, tan fácil llenar con palabras esa desazón silenciosa y húmeda, escribir sobre esa molestia, escribir un relato que explique el porqué de su existencia.

El mundo deslumbrante. Siri Hustvedt.

En esta extraña semana con dos domingos, el asueto empezó antes de lo previsto, con una comida entre amigas de esas que, con su sola presencia, me producen la sensación de que todo lo que nos propusiéramos hacer juntas saldría bien. Me alegró especialmente ver a R. porque era con la que hacía más tiempo que no hablaba, pero también porque tiene esa extraña sensibilidad que le hace recordar siempre lo mejor de las personas. Me cuenta cosas que al parecer hice y he olvidado y, aunque nunca sabré hasta qué punto la bondad del relato reside en mi intención o en su interpretación, me ayuda el revisitar esa versión (sin duda más amable) de mí misma.

En el trozo del ensanche barcelonés en el que están los restaurantes a los que acudimos (uno para la comida y otro para los cafés, aunque este segundo tiene más de atelier chic que de otra cosa), los cambios han sido sigilosos pero implacables, o al menos así me lo parecieron a mí el viernes. No se trata de que hayan tirado edificios ni abierto calles nuevas, sino de que, poco a poco, esa zona se ha ido afrancesando y me recordó un poco al barrio de Marylebone en Londres (un poco solamente, qué más quisiera yo). De allí marché con T. a visitar a mi librero pelirrojo y encontré todos los libros que llevaba anotados para comprar (menos uno, que llegará mañana).

El caso es que, entre una cosa y otra, acabé el viernes envuelta en una mezcla de vitalidad y buen humor que nada tenía que ver con la melancolía de los días que le siguieron. Mucho sofá, mucho té, mucha lectura, mucho descanso… que el lunes había que ir a trabajar.

Ayer el día se levantó tan húmedo que parecía que había llovido y en la calle hacía ese frío de Barcelona que te cala los huesos y por más que el termómetro te diga que no, que no es para tanto, que con una buena chaqueta de lana gruesa bastaría, tu memoria te salva y coges el abrigo que más calienta antes de salir a la intemperie y, gracias a eso, no te congelas.

Hoy, me he despertado en medio de un amanecer rojizo al que ha seguido una semipenumbra grisácea y silenciosa que me invitaba a escribir de la misma imperiosa forma que el domingo pasado me obligó a leer sin descanso.

Me vuelvo a mi sofá y a mi té. Y a “Los interesantes” de Meg Wolitzer, sobre el que tanto y tan bueno se ha dicho.

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Estos son los libros que llevaba en mi lista:

  • Los interesantes de Meg Wolitzer.
  • Se lo que estás pensando de John Verdon.
  • La amiga estupenda de Elena Ferrante.
  • Gillead de Marilynne Robinson.

Como podéis ver, un poco de todo. Pero todo previsiblemente bueno.

¡Feliz domingo, socios!