«Uno de los rasgos más fascinantes de Charles Darwin es que, en realidad, parece haber sido uno de esos hombres cuyo porvenir se decide de forma bastante inesperada y fortuita, por un simple golpe de suerte»
A. Moorhead. DARWIN. La expedición en el Beagle (1831-1836). Ediciones del Serbal, 1980
Primer párrafo del libro
Esta semana he viajado por fin con Darwin. Podría decirse que me embarqué el martes (¡ahí estoy yo, rompiendo mitos!). Lo de crear un ambiente propicio pasó a segundo término… el calor lo domina todo estos días, así es que el atrezzo se limitó a tónica casi helada con rodajita de limón y ruido ambiental diverso procedente del exterior (en el interior de la casa, silencio, que no tranquilidad, que diría el poeta :D). Eso sí, retomé mi vieja costumbre de leer sentada en el suelo, más fresco y menos propenso a dar cabezadas, pero sobre todo, más terrenal (que os parecerá una tontería, pero yo me sumerjo demasiado en cosas del espíritu y la paz la encuentro siempre retomando el contacto con mi cuerpo… vivir, sentir, en esas estoy, aunque no venga a cuento decirlo ahora).
El caso es que viajé con un Darwin joven y lo acompañé en el descubrimiento de sí mismo. Él no sabía, cuando subió la escalerilla, que aquel barco lo dejaría (5 años más tarde) en la «otra orilla», esa en la que residen la lucidez, el pasotismo social, la confianza en el propio criterio y la tozudez en su defensa… y también, me temo, en la que habita ese «saberse solo» que representa el que la gente te tenga por un sabio un poco loco, que tolera o admira, pero que contempla siempre desde la distancia.
He estado junto al Charles Darwin del Beagle, el barco en el que se gestaron los principios de El Origen de las Especies (que cambió las ideas en las que se fundamentaba nuestra existencia hasta entonces), he conocido a Robert FitzRoy, he sido feliz contemplando (con ellos) la naturaleza en estado puro, sin más… y he dudado sobre si toda esa civilización que hemos ido añadiendo a nuestras vidas, no las estará enturbiando más que enriqueciendo. La naturaleza no es sabia per se, pero la bondad humana se diluye, a veces, bajo tantas capas de artificio.
Reconocerme (aunque sea de lejos) en «el» investigador por excelencia, me ha hecho sentir cierto cosquilleo, lo reconozco. El Beagle partió con dos personas predispuestas a demostrar los fundamentos de la existencia divina. Una de ellas volvió igual que se marchó, pero la otra osó pensar sin prejuicios, encadenar deducciones lógicas… y regresó con unas ideas radicalmente opuestas a aquellas con las que creía que volvería. Dejó el miedo a un lado. Ese ha sido el mejor descubrimiento de esta lectura: el Darwin familiar, risueño, el que iba para clérigo, no permitió que el miedo constriñera su intelecto y abrió su mente a los fundamentos de lo que sería la teoría de las especies. No fue valentía, fue una voluntad férrea de dejar que el conocimiento se desarrollase en ausencia de temor. Me ha cautivado esa actitud.
Ya veis, yo creía que no me gustaban los libros de viajes, pero resulta que no, que lo que no me gustan son los libros aburridos y, muchas veces, mentirosos, repetitivos, superficiales, mal escritos… el tema es lo de menos. Y es que Moorehead recrea situaciones y personas basándose en hechos y no en suposiciones, no juzga, explica y deja que sea el lector el que se implique, asumiendo su madurez y autoridad para armar opiniones propias. A eso yo le llamo «respeto»… y lo agradezco muchísimo.
Pero «DARWIN. La expedición en el Beagle (1831-1836)» (por cierto, magnífica edición, cuajada de fotografías y dibujos preciosos, que no sé si se puede adquirir todavía, me regalaron un libro usado… aprovecho para decir aquí que los libros «vividos» son los que más me gustan, sé lo que cuesta desprenderse de ellos. Gracias.), es también una pequeña biografía, apenas el esbozo de una vida, contada con sensibilidad y desde la admiración. Yo creía, también, que no me gustaban las biografías… otro prejuicio echado por tierra. Mejor.
Magnífico libro… y adecuado además para unas vacaciones, sobre todo si no son especialmente exóticas. Me estoy imaginando yo lo que será leerlo con el canto de los pájaros como sonido de fondo, en cualquiera de esos pueblos perdidos, donde A.D.G.(*) nunca pasa nada…. hummm… ¡perfecto!
Feliz domingo.
…………..
(*) Esto es un guiño a T. con quien hace poco, comentando lo que ahora se critica el lenguaje que los jóvenes emplean en las redes sociales (ya menos en los sms, que al parecer han pasado a mejor vida), recordábamos las abreviaturas que utilizaban nuestros abuelos cuando escribían cartas desde el pueblo. A.D.G. era «a Dios gracias» y, entonces, todo el mundo lo sabía. Servidora, como siempre se ha leído hasta el prospecto de los medicamentos, también leía esas cartas que no me estaban dirigidas, pero que mis padres me prestaban. Un día tengo que hablar aquí del gran misterio de esta pasión mía por la lectura, porque en mi casa no teníamos biblioteca. Yo, sin embargo, tengo censados más de 1.500 libros en la mía y no he sabido inocular este virus… pero el mito ese de que los hijos hacen lo que ven hacer, lo desmontamos otro día si os parece.
www.elclubdelosdomingos.com
La verdad es que te embarcaste un martes y 13, pero ya ves,un día perfecto para embarcarse con una mente privilegiada. Curioso que haya gente con esos cerebros. A mí me dejan sólo en una isla, y no se hacer ni fuego para calentarme, porque ni siquiera veo la telebasura esa donde los famosos tienen que sobrevivir en una isla. Pero tengo alguna virtud: lo que no sé, lo pregunto o lo leo algún sitio. No es tener una mente brillante, pero voy tirandillo por la vida, como decía mi abuelo (dep) que era pastor analfabeto… y aunque no haya descuierto nada, creo que tenía también un cerebro privilegiado… como Darwin. Mi abuelo no leyó una palabra en su vida, pero él si sabría sobrevivir donde hiciera falta… Tanto sobrevive, que cada día me acuerdo de él… y si sigo comentándote, me tiro 4 horas hablando de mi abuelo, que nada tiene que ver con tu precioso post, leches!!
Salu2.0 y feliz domingo
@Gerineldo. Yo tampoco te creas que me desenvolvería bien en una isla… aunque si es cierto lo que dicen de que «a la fuerza, ahorcan», mal o bien resolveríamos los problemas y acabaríamos por sobrevivir 🙂 Vamos, digo yo. Tu abuelo seguro que era sabio, que eso no tiene nada que ver con los años de escuela que tenga uno; conozco yo a unos cuantos que han ido a la Universidad y oye, no se les nota nada, pero nada, nada ;-).
Un abrazo y feliz domingo a ti también!
Qué post tan inspirador… y evocador para alguien como yo que el mejor recuerdo que guarda de su infancia son las horas pasadas absorbido por las novelas de Julio Verne, llenas de viajes, aventuras y sensaciones.
Veo además que coincido contigo en que mi entorno familiar tampoco explica mi temprana afición a la lectura y en que estoy fracasando (por ahora y no me rindo!!!) en que mis hijos se contagien («amargaito» que estoy con esto)
Pues nada, sigamos, aunque haga calor 🙂
@Luis. Yo era más de Torres de Malory (Darrell Rivers era mi heroína preferida)… y mezclaba Enid Blyton con Machado con una desfachatez impresionante! Pues mira, así y todo, me aficioné a leer. A mi hijo le he leído cuentos desde pequeñito y estaba ilusionada, porque le pasó lo mismo que a mí: aprendió a leer solo… pero entonces empezaron las lecturas obligatorias del colegio (no sé si ya habéis llegado a esa fase, pero son de lo peor) y pasó de querer leer cada noche a no desear abrir un libro ni en pintura.
Si te sirve de consuelo, te diré que lo recuperé con Frankenstein, Drácula, algo de Stephen King… poco a poco veo que regresa a los libros. No desesperes.
No sabía que tú también eras un «lletraferit»… definitivamente te haré caso esta semana y este verano leeré a Pérez Reverte… el viaje en el Beagle no te lo pierdas, es como Julio Verne, ¡pero de verdad!
Eso, sigamos, aunque haga calor… 😉
Me parece una entrada fascinante. Me puedo imaginar el disfrute de «vivir» esa expedición. A mí me encanta la literatura de viajes y las biografías. En realidad una biografía sincera es la mejor novela, donde el escritor no puede equivocarse en su percepción del ser humano y las cosas, y si no, ahí están los hechos, y el lector para pensar libremente.
Darwin me ha gustado siempre, aunque últimamente dudo un poco de que la teoría sea tan cierta al 100% como se dice, y todo por la época, la época del superyo, la dialéctica del amo-esclavo, etc. Me da que tuvo más apoyo que lo contrario, y también que hubo mucho de modas.
No me importa venir del mono, pero tampoco veo porqué tengo que creerlo con esa fe ciega incuestionable.
@Icíar. Pues mira, yo confieso que no soy de biografías, pero es que este libro es mucho más, es un relato fascinante. Os lo recomiendo para este verano, de verdad. Respecto a lo que dices de que no crees «con fe ciega» que vengamos del mono, te dejo aquí una fotico que te va a convencer… je, je… http://o13.metroflog.com/pictures/982/49/5/73549982_IQNGFRLUWEASMSJ.jpg
Tú échale un vistazo y me cuentas… si eso no es una prueba… que todo no son los Pitts y las Jolies…
Un beso, wapa!
Bueno, bueno, a lo mejor no somos nosotros los que venimos del mono, a lo mejor son los monos los que vienen de nosotros 😛
@Icíar. ¿Estás insinuando que este señor es hijo de Chita?… por dío, por dío… yo siempre pensé que su relación con Tarzán no era tan inocente como decían (muy pava la Jane, la verdad), pero nunca me atreví a afirmar semejante cosa… Acabas de revolucionar las bases biológicas del ser humano, que lo sepas 🙂
Pues no veo porqué chita no puede proceder de nosotros, la verdad. Me parece que es tan válido como al revés. No he revolucionado nada. Al fin y al cabo la teoría de las especies no tienen porqué ser una teoría terminada, saldrán otros biólogos ….