Sorpresivamente el año ha empezado con buenas noticias. Algo me decía que llegarían, pero eso nos disminuye en nada el gozo de recibirlas. Nos falta camino por recorrer, pero una luz de esperanza se ha encendido, precisamente ahora que me había propuesto pasar unos días en calma, devorando libros con una voracidad recobrada gracias a mis nuevas gafas y a un montón de buenas novelas que compré en diciembre.

Pero volviendo a lo que iba, las buenas noticias, la tranquilidad, no han evitado que me comprometa conmigo misma en los típicos propósitos de nuevo año. Uno ya lo he cumplido, alejándome del aluminio que ha envuelto mi café los últimos años y ahora fantaseo con que bebo mi nuevo café keniata con Blixen, sentadas junto a la chimenea; ella me habla de Denys y me cuenta relatos maravillosos y yo me limito a escucharla ¿qué otra cosa puedo hacer?

Ya veis, uno de mis propósitos se ha cumplido casi en el mismo momento de hacerlo, pero tengo más.

El primero es no preocuparme. Así, en general. A fin de cuentas, la solución a los problemas realmente importantes no va a depender de mí y no me va a quedar otra que hacerles frente según se vayan presentando. Pero las buenas noticias alejan los nubarrones.

El viernes fui a comer con T y, a pesar del frío que de repente ha caído sobre la ciudad, dimos un paseo bajo los árboles heridos de La Diagonal y hablamos de mil cosas, también de este blog y de mis ansias por reseñar el máximo de libros posibles este año. La remodelación de El Club no merece menos y aunque los cambios más importantes son los que no se ven, de alguna forma, hemos aireado la casa (gracias Amanda, nunca te querré lo bastante) y ahora me apetece más estar aquí. Espero, también, tener más tiempo.

En realidad yo he empezado a escribir este post con la intención de deciros que todo lo hecho ha sido precisamente para que se conserve la esencia de este lugar, que no es otra que las ganas de transmitiros el amor por la buena literatura.

Y eso es todo. No necesito más.

¿Empezamos?

Fotografía de Simon Matzinger en Pexels