“Mi recuerdo eran imágenes,
en el instante, de ti:
esa expresión y un matiz
de los ojos, algo suave

en la inflexión de tu voz,
y tus bostezos furtivos
de lebrel que ha maldormido
la noche en mi habitación.

Volver, pasados los años,
hacia la felicidad
—para verse y recordar
que yo también he cambiado.”
Volver, de Las personas del verbo. Jaime Gil de Biedma.

Es sábado y la calle es puro fuego de sol y aire caliente y pegajoso (mañana ya veremos, que el tiempo está loco) y yo me he despertado con ganas de escribir, pero primero tengo que bajar a recoger un inesperado paquete en la oficina de Correos y aprovecho para comprar pan tierno.

Camino y por primera vez observo lo que me rodea con interés, sabiendo que pronto constituirá mi entorno cotidiano. Atravieso la plaza, sin niños todavía, pero con los veladores llenos de adultos tomando el primer café de la mañana (yo hace horas que lo tomé, ver amanecer es un hábito que todavía no sé si es propio de mí o de mis circunstancias… ojalá sea mío y disfrute de más amaneceres). La subida hasta Correos es empinada y al bajar veo una hilera de contenedores de reciclaje, así es que me siento en un banco cercano y abro el paquete. Contenido y facturas van a parar al bolso. Con el cartón en una mano y el plástico en la otra, me aseguro de dejar el trabajo bien hecho.

Qué lástima no haberme bajado la novela que estoy leyendo, para sentarme un rato a tomar aquí mi segundo café de la mañana.

El mobiliario urbano siempre estuvo ahí, pero hoy me recibe con naturalidad, como quien espera sin impaciencia, porque sabe que vendrás, tarde o temprano. No nos hemos necesitado para existir durante todos estos años, pero ahora…

Es como si la calle, la plaza, el pueblo entero fuesen mi casa también. Pienso “más de treinta años viviendo aquí y todo está por descubrir”. ¿Y si este fuese el viaje que estoy necesitando? ¿y si el camino hacia mi nueva vida pasase por la calle empinada, por la plaza, por los veladores con las sillas blancas? ¿y si la huida con la que sueño a veces fuese, simplemente, un viaje de regreso?

(escrito el sábado, repasado el domingo, publicado tras el segundo café, el primero lo tomé mientras amanecía)