Pachulí, mirra, rosa damascena

La casa está vacía desde entonces. Y me ha llamado, ya solitaria, para que escriba aquí. Es ella la que me ha conducido por el pasillo hasta la mesa del pasado donde escribo. Es ella la que ahora me hace ver que soy la última persona que la habitará. Pero solo mientras escriba. Luego, apenas termine este libro, la casa morirá. Cuando cierre por última vez la mesa abatible del secreter cerraré otras muchas puertas. Todas las puertas. La llave que giró una vez girará en sentido contrario para cerrar, ciento dos años después.
Contar es cerrar.
Aunque, quién podría evitarlo, es también vivir.

La isla del padre. Fernando Marías.

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Querida amiga:

Las amistades que se hacen cuando una ya es adulta son extrañas. Las que se hacen con alguien a quien se conoce de joven, pero con el que nunca se ha ido más allá del saludo, creo que son más raras todavía. Así es la nuestra, a la que ahora se le añade la excepcionalidad de una muerte inesperada y prematura. Nuestra amistad quedará suspendida en el tiempo, en el punto en el que estábamos, que no era malo, pero… No es la muerte la que nos aleja de los seres queridos, es la vida, que sigue empujando hacia delante a los que se quedan. 

Tu proyecto andaluz estaba ya en fase de producción, como tú decías, el mío cántabro en las primeras etapas de un rodaje que presumía tranquilo, pero que con tu muerte ha perdido dos de sus momentos estelares: tú ibas a venir a visitarme aquí en verano, mientras que yo te visitaría en invierno, esa sería nuestra particular manera de lidiar con el cambio climático.

Tu ausencia ha paralizado mi escritura unos días y me he volcado en el libro que tanto me recomendaste y no me sentí entonces con fuerzas de leer. La isla del padre, de Fernando Marías ha sido mi pequeño homenaje a nuestros cafés frente a la máquina del pasillo, a las veces que me llevaste a casa en coche, a todo lo que quedará pendiente para siempre. 

Después, los días avanzan indiferentes. En el tiempo pasado tras tu ausencia, han llegado los últimos muebles, he leído otros libros… Pero queda el recuerdo amargo de tu ausencia, que despierta el dolor de las que me han perseguido estos dos últimos años. La soledad va conquistando el mapa, pero yo defiendo el territorio que conservo y procuro que habiten en él la calma y el amor.

Por ti y por todos los que os habéis ido.