¿Sobre o bajo el agua? I. Tangelini
Brown Eyed Girl. Van Morrison


«La mirada del otro modela mi cuerpo en su desnudez, hace que nazca, lo esculpe, lo produce tal como es, lo ve como yo nunca lo veré. El otro guarda un secreto: el secreto de lo que soy»

J.P. Sartre

Anoche, agotada, me quedé dormida muy temprano y hoy he madrugado. Presencio uno de esos amaneceres misteriosos en los que uno no puede adivinar el color con el que nacerá el día. Ayer llovió a mares por aquí, pero si hoy brillase el sol sería el justo colofón para una semana llena de contradicciones y descubrimientos.
A veces pasan cosas desconcertantes, como que te den un “no” por respuesta, tú estés de acuerdo con la decisión y entonces quien la tomó se muestre ofendido, porque utilizaba la negación como un extraño tanteo, sin tener en cuenta una variable: que a ti podía parecerte buena idea. Ha sido agradable comprobar que, por una vez, los raros son los otros.
También puede pasar que creas estar ayudando a otra persona a conseguir lo que parece ser su sueño, que la arropes mientras sufre pensando que no lo logrará y que, cuando lo obtenga descubra, y descubras, que en realidad solo deseaba recorrer ese camino contigo, que la meta no era más que una excusa para no tener que confesar(se) que es andar a tu lado lo que cuenta. Y a ti te entren ganas de salir corriendo.
Pero la sorpresa semanal ha sido constatar que alguien, que irrumpe en tu vida sin avisar, con una terquedad que te enerva y enternece casi a partes iguales, puede desaparecer un día de repente, solo durante el tiempo necesario para hacerte sentir su ausencia en un rincón de tu vida, que es tuyo pero como si no lo fuese, porque ni siquiera sabías que existía antes de que el otro lo ocupase, aunque ya no pueda quedarse vacío sin que te preguntes el porqué… y saber eso te guste.
He contemplado esas contradicciones propias y ajenas como si observase un cuadro, esperando descubrirme en la mirada de otros y constatando que, a veces, las personas nos complicamos la vida, cuando todo podría ser mucho más simple. 
Y me alegro al pensar que, tal vez, escondido entre ese amasijo de emociones en el que se ha convertido la semana, se encuentra parte del secreto de lo que soy.
………
Lévinas decía que acariciar no es tocar, porque la caricia no sabe lo que busca y ese “no saber” es lo que la define. Acariciar es como andar sin rumbo, como pasearse por el cuerpo del otro, como pensar y como soñar.
Por cierto, acaba de salir el sol… ¡Feliz domingo!
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