Arenys (A.I. 2014)

[…] que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.

Cien años de soledad. Gabriel García Márquez.

 

¡Qué raro está siendo este febrero! De repente se ha vuelto casi luminoso y han revivido los sueños que, de tan frágiles, parecían a punto de truncarse.

Está siendo un mes de avanzar a trompicones, donde caerse y levantarse es casi una rutina necesaria, aunque parece que cada vez aguantamos más tiempo de pie.

Hoy he soñado que caminaba lentamente, paso a paso, sin cansarme siquiera. Y a lo lejos oía sonidos de fiesta, risas, alegría. Y un mar inmenso y vivo tras la lluvia.

Como un eco de trueno
se oscurece la noche,
la lluvia en celo
provoca al horizonte.

El diluvio piadoso
se prodiga en el mar
con barras transparentes
y espadas de cristal.

la lluvia hace pocitos
en el mar sigiloso
y cada gota se abre
en un caleidoscopio.

La lluvia empapa al mar,
lo viste y lo desnuda
sin cuidarse del faro;
borracho en su burbuja.

Sirenas y delfines
se pasan sus alarmas
y huyen a esconderse
en sus bosques de agua.

Y así hasta que las nubes
se hartan de la lluvia
y el mar se vuelve amparo
y espejo de la luna.

Lluvia sobre el mar, Mario Benedetti


 

A veces siento cosas, aunque no las entienda. Me siento, por ejemplo, protegida del mal que acecha y aún sabiendo que lo más probable es que acabe por alcanzarme, como a tantos otros, espero que una vez más mi pasado me proteja. No el pasado real, ese en el que no fui especialmente dulce, ni siquiera amable; ni aquel en el que puse límites al consuelo y no di el suficiente. Confío en un pasado que reinvento cada vez que creo escaparme del destino e imagino más generoso, porque en el fondo pienso que siempre se cumple la máxima de que uno recoge lo que siembra. Y no es que yo suponga que recojo más de lo sembrado, es que empiezo a sospechar que recojo lo que sembraron para otro.

El amor se dispersa con la brisa, sin destino fijo, cual semilla de diente de león, y acaba depositándose lejos, muy lejos. Y, si germina, es en corazones distintos a aquellos para los que fue creado.

O tal vez no, tal vez alguien amó no a quien yo era, sino a quien imaginaba que yo sería y tejió el manto que ahora me protege. No es mérito mío. Solo existe el ahora. El pasado es mentira.

 

¡Feliz domingo, socios!

 

P.S.: Sigo amueblando el desván. Ya falta menos.