Cada uno tiene un hada que le concede un deseo, pero sólo unos pocos recuerdan cuál era; sólo algunos advierten, con retraso, el que ese deseo se ha cumplido.
Infancia en Berlín hacia mil novecientos. Walter Benjamin.
Ando elaborando la lista de propósitos para el nuevo año. Sí, ya sé que falta todavía más de un mes, pero yo en eso dejo que la vida marque los tiempos y por experiencia sé que el año suele empezar cuando le gana… y raramente el elegido es el día 1 de enero. Me puse a pensar en esa lista en mi descanso veraniego junto al mar, con eso está todo dicho.
Estoy convencida, además, de que las cosas importantes nunca suceden de un día para otro, hay que desearlas, pensarlas, planificarlas y hacer lo necesario para que ocurran. Esa metodología, al menos en mi caso, me ha servido tanto para dejar de fumar como para doctorarme. Y al contrario, cuando me he saltado uno solo de esos pasos -a veces el primero, nadie es perfecto-, he acabado boicoteando el proyecto o cayendo en una espiral de estrés de la que o bien he salido yo solita -con mucho esfuerzo y un disparatado gasto de energía- o bien me han hecho salir a empujones, pero jamás de los jamases he logrado lo que supuestamente pretendía.
Este “año” el primer punto es eliminar todo aquello que en mi vida hay de superfluo y empecé hará cosa de un mes. Una calurosa tarde en la que hice una especie de trueque que me ayudó a regresar a casa más ligera y también más feliz.
Quiero liberarme de cosas inútiles, para prestarle más atención a las otras, las que me ayudan a sentirme bien, así de sencillo.
El año pasado ya hice lo propio con las personas y ha sido una experiencia maravillosa, porque ahora tengo tiempo para la gente que quiero y que me quiere (que suele ser la misma, estas cosas o son recíprocas o no son). Es cierto que mi “carnet de baile” está medio vacío, pero también lo es que me siento orgullosa de todos y cada uno de los nombres que figuran en él y que los espacios en blanco me recuerdan las horas que ahora puedo dedicarles y antes no podía.
Camino hacia una vida sencilla, sin añoranzas ni rencores, donde el pasado permanezca en el pasado y el futuro allí, a lo lejos, esperando su turno sin agobios innecesarios.
Amenaza lluvia en el pueblo donde vivo y he deseado, pensado, planificado y hecho todo lo necesario para pasar una tarde con John Rebus en el jardín de las sombras. Té verde, tarta de coco y silencio lector, en compañía. Más que suficiente para esperar a mi hada y, si aparece, preguntarle qué deseo me será o me ha sido concedido -que me da a mí que ya lo sé, pero nunca está de más asegurarse-.
¡Feliz domingo, socios!
A la ilusión le encanta encontrar espacios «vacíos» 😉
Para guarecerse y crecer, sí… Gracias por la visita, Isabel, un abrazo.
Yo hace tiempo que no hago propósitos, sólo balance. No importa en absoluto que el «carnet de baile» no tenga muchos apuntados, de hecho es frecuente que hayan apuntados y borrados. Es sólo ese puñetero reloj empeñado en dar las horas cada vez más rápido y así no hay manera de descansar entre las danzas y llegar a asimilarlo. Suerte que cada vez todo se olvida más rápido.
Saludos y feliz semana.
¿Tú crees, José Antonio, que todo se olvida más rápido en estos tiempos de prisa? Puede que tengas razón y ocurra así, sobre todo porque vivimos una extraña época, en la que la superficialidad es un valor y no un demérito. De todas formas, mejor tener poco que olvidar ¿verdad?
Un saludo y muchas gracias por la visita.
Yo cada vez olvido más rápido. Es el efecto de los años y el vértigo del tiempo. Se acumulan tantas cosas buenas y malas que rápidamente se van amontonando los expedientes uno encima del otro en nuestro escritorio y se hace complicado darlos por cerrados y archivados. A veces sólo vemos los más obvios y cercanos… pero si revolvemos…
Tengo una especial atracción por el vacío, me gustan los espacios sin nada, los tiempos sin tareas, los parque cuando llueve … he estado el fin de semana con mi «Maestro» favorito meditando, hay un vacío en nuestro interior, está vivo … muy vivo …
¡Feliz semana!
Me dejas en ascuas, Juana, tienes que contarme más sobre ese vacío interior en el que yo también creo, aunque no medite -porque no sé, no porque no me apetezca hacerlo.
El vacío es una posibilidad y, como toda posibilidad, es también el refugio de la esperanza.
¡Feliz semana!