“Mas dime si el hombre que aquí veo es aquel que publicó el nuevo poema, que empieza “Mujeres que tenéis el conocimiento del amor”.”
Y yo le dije “Yo soy uno que, cuando Amor me inspira, toma nota. Y del mismo modo que dentro me dicta, así me voy expresando”Dante, Purgatorio, Canto XXIV
El jueves por la tarde me acerqué donde antes estaba el Acuario que tanto añora T. y que hace poco descubrimos que visitábamos las dos, mucho antes de conocernos. Azotaba el mar un viento de ida y vuelta que lo coronaba de olas imposibles y el cielo estaba iluminado de una luz como de nácar, pero yo llegaba tarde a mi destino y corría, maravillada, sin tiempo para detenerme a contemplarlo. Sorprendida turista en mi propia ciudad. Prometiéndome a mí misma volver a ese mar de Barcelona, que creía manso.
Continuaron las sorpresas y tras el trabajo llegó una clase donde nos enseñaron lo necesario para preparar un gintonic glorioso, y cogí el autobús de regreso a casa con el bolso lleno de utensilios e ingredientes a los que tengo que agradecer la copa transparente y helada que me estoy tomando en este momento. Sábado noche, domingo stricto sensu… no he hecho trampas a pesar del alcohol (o gracias a él, que ya se sabe que dificulta el mentir).
Lejos de las olas, el viento pierde su majestuosidad y no es más que un ruido cansino, que se ha acabado coronando con una lluvia muda e invisible, de la que me he enterado hace un momento, por esa costumbre tonta que tengo de levantar el visillo y mirar a través de los cristales siempre que bajo a la cocina. Las plantas y el suelo mojado me lo han dicho.
Antes he pasado las horas de la tarde leyendo una recopilación de ensayos sobre filosofía ética y literatura de Martha C. Naussman, que parecía haber sido escrito para este clima, acurrucada en el diván con mi nueva lámpara lectora, que deja el resto de la habitación casi en penumbra. Si existe el cielo debe parecerse a esto. Naussman sabe de lo que habla y se le nota, empecé el libro hace un mes y lo dejé porque enseguida vi que no era un ensayo para leer de corrido, sin fijarse; requiere lectura lenta y reflexiva, de esa que pide una libreta y un portaminas cerca, para anotar frases suyas e ideas propias que manan de las reflexiones que provoca.
¡Pero qué delicia de libro! si amáis la literatura no dudéis, apenas llevo medio centenar de páginas, pero me atrevo a recomendarlo, porque tras lo ya leído no puede haber más que maravillas.
(La ginebra es seca y quiere oler a hierbas. Creo que he encontrado mi bebida convocadora de musas. La que amaba Baudelaire… yo, que apenas bebo…).
Las horas avanzan suaves los domingos, sobre todo aquellos en los que el lunes no se adivina apresurado (aunque, por fortuna, en la vida de poco valgan las previsiones).
El cielo se ha quedado opaco tras la lluvia de anoche. No sé como describirlo, hoy hace una especie de mañanero atardecer. He preparado una tetera que creí pequeña en la tienda y que resultó ser tan grande como la que quería suplantar y el estudio huele al té verde con flor de saúco que compré en Londres y al que despediré hoy; mi plan es trabajar algo esta mañana y seguir luego con Naussman, para acabar regresando aquí, en busca de vuestras huellas que, como migas de pan señalizando un camino de luz, me ayudarán a escapar de este bosque de letras y volver al mundo.
Encontré un solo ejemplar de “El conocimiento del amor” tras recorrer Barcelona de punta a punta. Me negué a encargarlo, me desesperaba esperar, pero luego lo he dejado dormir en una estantería hasta el viento de ayer… a veces no soy consecuente, me entran las prisas… pero es que necesito poblar mi horizonte de buenos libros.
La casualidad ha hecho que lea a Naussman (que tanto me ha esperado) mientras espero a mi vez que alguien amigo me ayude a comprender a un personaje extraño, para poder seguir escribiendo algo que está atascado ahora, porque solo se me ocurren frases sin sentido, que se atropellan las unas a las otras y es ya urgente que me dé una pista siquiera… ¿cómo si no podré dejarme caer en esas otras vidas inventadas que aguardan, pacientes, a que él hable?
La foto de hoy es de A. que pasó ayer la tarde, desde la distancia, empeñada en acercar la mujer que muestro a la que soy y la que soy a la que ella imagina. Me regaló su tiempo y esas postales tendidas a la sombra de una tarde veraniega, que cree que tanto dicen de mí misma.
¡Feliz domingo, socios!
Casualidades, hace una semana visité el acuario de barcelona gracias a la visita de una amiga del Norte, y ayer por la noche me preparé un gintonic aromático (no bebo casi nunca ginebra, sólo vino:)). Será este cambio repentino del tiempo que el cuerpo en verdad ya va agradeciendo…
Esperaremos que el atasco se deshaga para inspirarnos con las frases que aún están por escribirse.
Feliz domingo, Francesca!.
🙂 Sí que es casualidad, sí. Yo no suelo ir por esa zona de la ciudad y la playa me sorprendió, con aquel oleaje que no esperaba…
A los gintonics me voy a aficionar sí o sí, de momento estoy entrenando a ver si me especializo… 😉
Volverán las palabras, lo sé, en cuanto me den unas cuantas pistas, se desharán los nudos…
Gracias por venir, Begoña, un abrazo.
Cada vez más, tengo la sensación de que el libro que estoy leyendo me explica lo que me pasa en estos momentos en mi Vida, bueno, en realidad el libro, los sueños, y cualquier lectura casual que caiga en mis ojos …. cada vea más, creo que la Vida se confabula para que la entienda …. no se ….
¡Feliz domingo!
Los libros nos buscan y a veces nos encuentran… Otra opción sería que la lectura que hacemos de ellos es distinta según el momento que estemos atravesando. Nuestra mirada afecta a las historias y a lo que nos dicen… pero sí, la vida se confabula… a mí me gusta que acabe mandando ella, ya ves…
Un abrazo fuerte, Juana. ¡Buena semana!