
“Sólo una vez supe para qué servía la vida.
En Boston, de repente, lo entendí;
caminé junto al río Charles,
observé las luces mimetizándose,
todas de neón, luces estroboscópicas, abriendo
sus bocas como cantantes de ópera;
conté las estrellas, mis pequeñas defensoras,
mis cicatrices de margarita, y comprendí que paseaba mi amor
por la orilla verde noche y lloré
vaciando mi corazón hacia los coches del este y lloré
vaciando mi corazón hacia los coches del oeste y llevé
mi verdad sobre un pequeño puente encorvado
y apresuré mi verdad, su encanto, hacia casa
y atesoré estas constantes hasta el amanecer
sólo para descubrir que se habían ido.”
Solo una vez, de «Poemas de amor», Anne Sexton
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Fui la última en darme cuenta de que necesitaba mudarme y solo lo hice cuando ya estaba aquí. Hasta entonces pensé que trasladarme significaba la realización de un deseo juvenil, de un cambio… en resumidas cuentas, que era algo que quería hacer, pero no algo que debía hacer.
Pero el caso es que aquí estoy y ya tengo dos plantas. Soy así de osada, qué le vamos a hacer, Ofelia ha sobrevido casi un mes y ya me creo que puedo traer otra a casa. Los que sepáis de plantas, diréis que voy a lo fácil y es verdad. Mi nueva amiga es una sansevieria y se llama Frida, porque llegó con el extremo de una hoja quebrado. No he protestado en la floristería, he decidido que voy a quererla tal como es. Se supone que, a cambio, ella liberará oxígeno por las noches y filtrará todo lo malo que flote en el aire de la habitación.
La he puesto un macetero dorado, para que imagine que vive en un sitio casi desértico, porque tiene pinta de querer estar en un lugar así y no en el paisaje verde que ve a través de la ventana.
Como véis voy diseñando dos interiores, el de la casa y el mío propio, porque cuidando de uno también lo hago del otro.
Mientras añado lo que me gusta, elimino lo que no y en el montón del reciclaje se van quedando también algunas costumbres, como celebrar Sant Joan, porque soy como esos animales que se meten bajo la cama cuando oyen un petardo. No me gustan ni los ruidos, ni los sobresaltos. De momento, las tradiciones que se quedan conmigo son el Lunes de Pascua y Sant Jordi, los pasteles y los libros, tampoco era difícil adivinarlo.
Adquirir y crear nuevas tradiciones también cuenta como diseño de interiores. Y crear rincones secretos donde hacer lo que siempre me ha gustado y lo que ha empezado a gustarme ahora, también.
Todavía no he colgado ningún cuadro. Solo hay dos, sobre muebles, apoyados en la pared. Resulta que prefiero el arte en los museos. De eso también he sido la última en enterarme.
¡Feliz domingo, socios!
Imagen: Karolina Grabowska