Ayer oí a un cocinero alabar las ventajas de sazonar la carne con sal gorda, y del porqué debía evitarse la sal fina para esos menesteres. Una cosa me llevó a la otra y me sorprendí asociando los distintos comportamientos de la sal cristalizada, con los de las personas.
Consejo culinario:
Para salar la carne es mejor utilizar sal gorda, porque la carne absorbe la que necesita, mientras que la sal fina penetra rápidamente y sin medida, de forma que una vez esparcida, ya no tiene remedio el estropicio, caso de no haber calculado bien la cantidad necesaria para obtener el sabor óptimo.
Hay gente que es como la sal gorda, generosa; toman de ti lo justo para ser y que seas feliz, te dejan que los disfrutes hasta donde tú quieras, puedes estar con ellos, pero también estar con otros y no necesitan convertirse en el centro de tu existencia pasada, presente y futura. Uno debería sazonar siempre su vida con personas así

Luego están los otros, la sal fina. Te invaden, lo quieren todo. Tu afecto, tus emociones, tus pensamientos. Todo debe girar a su alrededor… aunque eso no te haga feliz, porque la felicidad es como esos animales que sólo pueden vivir en libertad. Son esa gente ante la cual, sin saber muy bien porqué, te sorprendes a ti mismo, a veces, mostrando desprecio por cosas que te importan. Hablo de aquellos que te admiraron porque eras un espíritu libre y a los que no fue la promesa de disfrutar tu compañía, sino la esperanza de lograr tu sometimiento, lo que les hizo dirigir su brújula hacia ti.

A veces, cuando eres muy joven, te convencen y confundes su actitud con el cariño, pero más tarde, cuando ya has aprendido que es la libertad (y no el amor) el bien más preciado, el único por el que vale la pena luchar, hasta morir si es necesario, comprendes que esas personas son tóxicas… y huyes (porque debes) de ellas, como de la peste.

Algunos pensaréis que exagero, pero no es así. La gente que depende emocionalmente de uno, acaba desarrollando una suerte de odio secreto, fruto de todas las veces que te han perdonado sin que se lo hayas pedido, de toda la distancia que tienes derecho a poner y que no pueden evitar que pongas, de todas las barreras que has levantado para defenderte y que no consiguen derribar…

Creo que fue Gregorio Marañón el que dijo: «sólo sabrás lo que valgo, si me dejas ser tal como soy».

Lo de la sal, como consejo culinario, no sé si es muy bueno, pero lo de huir de aquellos que intentan evitar que vivas una vida a la que tienes derecho, como consejo a secas, ya os digo yo que es de los mejores… aunque hacerlo sea difícil… ¡y duela!

¡Que tengáis un libre, emocionante y feliz domingo todos!