Dandelion

«[…] Recibamos toda la afluencia de vigor y de real ternura. Y al amanecer, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades.»

Adiós. Arthur Rimbaud

El sentido del humor nos salva muchas veces y de muchas cosas. Nos ayuda a aceptar lo que la vida trae a cuestas, que en ocasiones no es ni medio bueno; también nos echa un capote cuando de lo que se trata es de soportarnos a nosotros mismos, asumiendo nuestras carencias y esas pequeñas meteduras de pata que uno va perpetrando día sí, día también, porque son inevitables cuando se opta por no vivir en la más completa y letal de las soledades.

Sin embargo, cada vez estoy más convencida de que, lo que realmente nos protege, son nuestros esfuerzos por perdonar. No lo conseguimos totalmente, porque eso solo lo lograríamos olvidando y, al menos a mí, olvidar me da miedo; pero en la lucha por intentar el perdón nos redimimos.

Cuando entre dos personas todo es pasado; cuando no pueden esperar nada del otro -ni ayuda, ni perjuicio-, porque ya ni siquiera está en sus manos; cuando la oportunidad de que se teja entre ellos una amistad de esas que se escriben con mayúsculas, hace tiempo que se perdió…, entonces, y solo entonces, lo único que importa son los recuerdos que decidamos conservar de los años compartidos.

Podemos decidir que lo malo pesa el doble, porque dolió mucho o porque, simplemente, hubo más. También podemos decidir lo contrario y optar por que la generosidad, la comprensión, el apoyo que nos dimos en los buenos momentos -que debió haberlos, siempre los hay-, incline el lado positivo de la balanza.

No, no se trata de olvidar y repetir errores. Esto va más bien de colocar los recuerdos benévolos en un lugar visible y los hirientes al fondo, para que cuando nos entre la melancolía y revolvamos en nuestra memoria algo que defina aquella etapa de nuestra vida, aparezca lo mejor de las personas con las que un día nos cruzamos.

Y tener paciencia. No la de la víctima, sino la del soñador que resiste y confía en un futuro justo y bondadoso.

Esta semana alguien me ha regalado unas palabras que, en mi opinión, me debía hacía muchos años y ayer estuve reordenando el cajón donde guardaba sus recuerdos. Supongo que hay cosas para las que nunca es tarde.

¡Feliz domingo, socios!

 

FRANCESCA. Escribo. Leo. Horneo. Siembro.

 

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