[…] y a él se le ocurrió ahora, como ya había pensado antes, que se había enamorado de unas cualidades que ella no tenía. No era culpa de Rose si él se había equivocado al juzgarla. Ella brillaba en la distancia, pero de cerca había dejado de brillar.[…]
El ahogado, Maeve Brennan.♫ Someone to love
Han tardado en llegar las mañanas frías, pero todavía no sueño con la primavera, porque hasta lo peor tiene su tiempo de disfrute y ese suele estar al principio. Los primeros fríos, las primeras lluvias, el primer amor, incluso la primera pérdida, traen de la mano el regalo que esconde todo lo desconocido. Ignorar los porqués nos protege y si nos gusta pensamos ¿por qué no ha de repetirse? y si no nos gusta ¿por qué habría de volver a pasar? Lo bueno que tiene el futuro es que nos deja hacer predicciones de felicidad.
Todo es más intenso la primera vez. Si escarbas debajo de la peor de las penas te encuentras siempre un pequeño tesoro: ya nunca más volverá a doler tanto. Si buscas bajo un momento ya pasado de alegría comprendes lo que te ha enseñado: la próxima vez no serás tan descuidado, no te perderás ningún detalle, le prestarás la atención que todo lo bueno debería exigir.
Los ingenuos vocacionales no amamos especialmente las primeras veces, preferimos sin duda las que creemos últimas. La última noche de silencio antes de que regrese el ruido, el último helado del verano, la última tarde de cine, el último capítulo… Lo que amenaza con acabarse requiere nuestro cuidado, para equilibrar engañosamente la balanza y vivir así la ilusión de contrarrestar todo lo que hicimos mal. Lo importante es el saldo, porque sabemos que todos acabaremos siendo un valió (o un no valió) la pena.
En estos días de ausencia, un suceso revelador me ha reafirmado en la creencia de que debo hacer más caso a mi cerebro reptiliano (lo tengo, lo tengo, que le obedezca o no es otro cantar) y me ha permitido salir de una ensoñación que me mantenía extraña e innecesariamente unida a algunas personas a las que yo quería, como en El ahogado, por lo que no eran.
¿Y todo esto a cuento de qué venía? ¡ah, sí!… Hoy me he puesto a escribir temprano y os quería contar que al amanecer hacía más frío que otros domingos, pero acaba de salir el sol y el cielo luce precioso y despejado de nubes.
No han llegado las correcciones, pero sí las instrucciones para unas estadísticas que faltaban en el borrador y por tanto puede decirse que continuo escribiendo mi tesis, aunque traiciono en parte mis obligaciones y sigo leyendo a Brennan. Sus cuentos irlandeses están escritos en una especie de crescendo literario y si los de la niña me parecieron buenos, los que nos cuentan la vida de los Derdon son sublimes y los de los Bagot todavía me han parecido mejores; aunque en mi opinión se trata más bien de tres novelas cortas, que no de cuentos estricto senso.
He reservado “Las fuentes del afecto” para dentro de un momento, cuando publique esta entrada. Llevo un tiempo en el estudio y al calor seco del radiador se ha sumado ya el mío. Tengo una tetera con té de Navidad sobre el escritorio (sí amigo sí, ese que solo sé preparar yo) y el estudio huele a almendras y a la mermelada de naranja amarga que extenderé sobre las tostadas. La casa empieza a despertarse y oigo el ruido de una ducha que me anuncia que pronto tendré sobre la mesa los periódicos de la mañana.
Se aproxima un día casi perfecto.
¡Feliz domingo, socios!
A veces parece que todo conspire para que no le hagamos caso a este cerebro “repitiliano” y, de este modo, pueda muscularse nuestra capacidad de decepción, una capacidad que, tristemente, se adquiere siempre demasiado tarde. Incluso con el nombre que se le ha dado uno no puede dejar de sentir cierta animadversión imaginándole una lengua bífida. Pero el caso es que, a pesar de que todo se confabule para que uno se sienta culpable por “malpensar”, la verdad es que la intuición debiera guiar nuestros mecanismos de acercamiento y huída más que aquello a lo que llamamos razón.
Un día me gustaría probar este té u otro que sugieras tú. Espero que el día esté transcurriendo “casi” perfectamente!!
¡Ah, ese cerebro reptiliano, qué poco se equivoca! Yo creo que la clave está en escucharlo con respeto, sopesar lo que nos dice (la razón como disciplina resulta un buen apoyo) y no descartarlo de buenas a primeras. Más que por maligno, a mí no me gusta por agorero… ¡el puñetero acierta una barbaridad!
Habrá que tomarse ese té, claro que sí, ahora con el frío parece que apetece más ¿verdad?
Un abrazo, Manel.
Qué bueno leerte, Francesca. Totalmente de acuerdo con lo que comentas y el apunte de Manel. Lo de «malpensar» es relativo, «todo depende». Una cosa es la paranoia del desconfiado crónico, que es agotadora, y otra muy distinta respetar y escuchar como merece a la intuición. Pienso que con los años la intuición va ganando enteros en nuestro sistema de toma de decisiones, y ese es un signo de sabiduría…
Un abrazo fuerte… y ya nos contarás cuánto de perfecto te fue el día…
Ay Amalio, que das en el clavo tú también. Alguien dijo (creo que fue Kant) que la intuición en sí misma es ciega, pero si le aplicamos el conocimiento de la experiencia, entonces engendra sabiduría. Como a más años más experiencia, está claro que con la edad debemos hacerle más caso.
El día fue genial, gracias entre otras cosas a Maeve Brennan. Con la autoridad que me otorga el que me hayas seleccionado como coach literario (aunque hay que ver el poco caso que me haces 😉 ) te voy a poner como lectura obligatoria “Las fuentes del Afecto”, todos los cuentos, sin saltarte uno y en orden; yo empecé picando uno de aquí y otro de allá y enseguida claudiqué y seguí el índice, porque no es aleatorio en este libro, como he dicho antes parecen 3 novelas cortas, en la tradición de la mejor nouvelle francesa, es decir, sensitivamente densas; su tamaño no es proporcional a lo que el escritor quiere decir sino que tiene más que ver con el cómo quiere decirlo. No te resistas anda, que te va a encantar…
¡Un abrazo fuerte!
Nunca me gustaron las «primeras veces» me gustan más las «veces potentes», que en mi caso, no suelen ser las primeras …. creo que mi tendencia a las nostalgia es escasa, pero no por voluntad, más bien por «olvido» ….
Me encanta el olor y el sabor de la mermelada de naranja amarga.
Suelo «darle vueltas» a los escritos, disfruto corrigiendo los propios y los ajenos …. ¡ánimo con esa tesis!
¡feliz domingo!
Hola Juana,
Las primeras veces están sobrevaloradas, yo creo que es porque cuando llegamos a una edad empiezan a escasear, pero sobre todo porque la niebla del recuerdo las suaviza y las idealizamos, olvidando lo que tuvieron de malo (o por lo menos, de regular).
La mermelada de naranja amarga es la mejor, sobre todo si es casera…
Gracias por los ánimos.
¡Un abrazo!
“Lo bueno que tiene el futuro es que nos deja hacer predicciones de felicidad”. Incluso ponerse manos a la obra para contribuir a que exista 😉
Escribías el post disfrutando de estos primeros amaneceres fríos y yo lo he leído saboreando la caída de la luz de un delicioso y otoñal domingo. Como Juana, tampoco soy muy de primeras veces respecto a las personas, en el trabajo sí, me gusta investigar y experimentar. En lo que coincido es en lo de repasar momentos de alegría para estar más atenta en los que quedan por venir. Más aún si cabe…
Un abrazo!
Isabel, qué bonita estampa nos regalas, el ocaso es un buen momento del día, si acaso peca de algo es de favorecer la melancolía, pero son unas horas perfectas sin duda.
Hay que prestarle atención a las cosas mientras están pasando, lo malo es que el presente es difícil de valorar porque carece de la perspectiva de lo que vendrá… ¿cómo saber si lo que nos está ocurriendo es valioso excepto con la experiencia del pasado? Pero la utilidad de esa experiencia es relativa, porque entonces éramos otras personas y también eran otros los que nos rodeaban… En fin, valorar lo que tenemos es difícil, pero hay que intentarlo.
¡Un abrazo!
Hola, Francesca. Cuando dijiste que te ausentabas por un tiempo del club pensé: o es una broma o es un propósito que no cumplirá. ¡Has vuelto a abrir estas puertas! Me alegro. Y vuelves con la misma inspiración de siempre para decir cosas como que detrás de lo desconocido se encuentra un regalo. Has vuelto optimista. Se te ve feliz. Gracias por compartirlo con nosotros.
Ojalá fuera cierto que el primer dolor queda solo como un recuerdo porque ya nunca volverá a doler tanto. No lo creo. Tampoco estoy seguro de preferir las últimas veces antes que las primeras. Aunque como ejercicio de optimismo para una mañana de frío invierno reconozco que puede funcionar. Pero yo prefiero la primera noche de silencio, el primer desayuno… Todo lo demás que tú dices (lo que amenaza con acabarse requiere nuestro cuidado, para equilibrar engañosamente la balanza… lo importante es el saldo) lo veo solo como un último y penoso esfuerzo por alimentarnos un poco de la fuerza «del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores».
Salud!
Tienes razón Enrique, dudé al decir eso y luego pensé que cada dolor es distinto… y nuevo, pero hay algo que es cierto y es que la experiencia nos ayuda a aceptar el dolor como inevitable y natural. Y eso ayuda. En nuestra sociedad la tristeza es fea y patológica, cuando a veces lo más sano es llorar y lo realmente feo es ver a alguien incapaz de conmoverse.
¡Qué bonitos versos! y que bello y triste final tenía la película que se inspiró en ellos ¿verdad?
«…no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo…»
¡Nos leemos!