Humphrey Bogard. Wikipedia. CC
(I Love You) For Sentimental Reasons. Ella Fitzgerald

“Me gustan los bares cuando acaban de abrir para la clientela de la tarde. Dentro el aire todavía está limpio, todo brilla, y el barman se mira por última vez en el espejo para comprobar que lleva la corbata en su sitio y el pelo bien alisado. Me gustan las botellas bien colocadas en la pared del fondo, las copas que brillan y las expectativas. Me gusta verle mezclar el primer cóctel, colocarlo sobre el posavasos y situar a su lado la servilletita de papel perfectamente doblada. También me gusta saborear despacio ese primer cóctel. La primera copa de la tarde sin prisas, en un bar tranquilo …”

El largo adiós. Raymond Chandler

Hacía tiempo que tenía pendiente escribir un post para que un amigo, que se resiste a leer obras de misterio, entendiese mis razones cuando defiendo que algunas pueden ser un clásico y que hay autores, como Chandler, que son grandes. Una inesperada invitación, para moderar una mesa redonda sobre novela negra, ha sido la culpable de que hoy me decida por fin a hacerlo. Ayer pasé buena parte de la mañana deambulando a la búsqueda de obras de Andreu Martín, el autor al que presentaré ese día, y rebuscando en mi ya no tan pequeña biblioteca, textos que son para mí una referencia y que acercaron escenas como esta a mi presente. 
«El largo adiós» es uno de los mejores ejemplos de que, a la hora de hablar de la calidad de los autores, los géneros no cuentan. Releí sus tapas y recordé los motivos de mi acercamiento y comunión con esos perdedores decadentes y románticos. Al hojearla, mis dedos se detuvieron al azar en una página y mis ojos se fueron urgentes a releer el párrafo que os dejo aquí y que me obligó a detenerme contemplando a Marlowe, en ese bar todavía sin humo acumulado y sin rodeles de copas en las mesas. Chandler hace que veamos a un hombre a través de sus circunstancias y logra que nos atraiga hasta el punto de quererlo conocer, aunque para ello debamos permanecer en esa barra hasta que caiga la noche.
Y mientras eso pasaba, de repente he sabido que en esta agitada semana, donde los temas pendientes me han envuelto como una niebla densa, me hubiese ido bien algún momento de reflexión como el que Chandler le regala a Marlowe en este párrafo. Media hora en un sitio tranquilo, en esa soledad compartida con alguien que realiza su trabajo con parsimonia, sin fijarse en nosotros, sin molestar y sin dejar que le molesten. Treinta minutos apenas, pensando en lo que haré o dejaré de hacer, en lo que está sucediendo ya.

Sueño con tomar esa copa en solitaria compañía, reflexionando, e intentando reconocerme en la que hoy me sonríe desde la otra orilla. Encontrar el sitio no es tarea fácil, pero lo más difícil será saber cuál es esa hora bruja, en la que el tiempo y el espacio pueden detenerse, mientras el barman mezcla el primer cóctel… para mí.

Y mientras descubro esa hora, sin duda, secreta, os deseo, como siempre, que paséis un feliz domingo.

…………..

Entre estanterías de libros cuidadosamente ordenados, ayer me tropecé con un antiguo compañero de aquella Universidad que pisé por primera vez a los 18 años. Hay gente que pertenece claramente a tu pasado, aunque habite tu presente. Los dejas atrás mentalmente, incluso cuando todavía su silueta aparece, visible, en tu horizonte. De él me quedará el saludo tímido, el “¡cuánto tiempo…!”, pero antes, mucho antes, habíamos sido un café atestado a media tarde, una mano sujetando la ofrenda del paquete de cigarrillos compartido, una esquina bajo la lluvia, un “perdona, llego tarde”… y muchas cosas más que, al final, son nada.

…………..

La fotografía es una pequeña trampa. En «El largo adiós» fue Elliot Gould quien dio vida a Philip Marlowe, pero para mí, ese detective amante de la poesía y el ajedrez, siempre será Bogard… 

www.elclubdelosdomingos.com