Assymetric workshop. A.I. (2011)
I want you. Dolores O’Riordan

El silencio de la habitación era profundo como la propia noche. Biff estaba paralizado, sumido en sus meditaciones. Entonces, de repente sintió como un intenso estímulo en su interior. El corazón le dio un vuelco, y apoyó la espalda contra el mostrador para sostenerse. Porque en un fugaz resplandor captó una vislumbre del esfuerzo y valor humanos. Del interminable y fluido paso de la humanidad a través del tiempo infinito. De aquellos que trabajan y de aquellos que -tan sólo una palabra- aman. Su alma se expandió. Pero sólo por un momento. Porque en su interior sintió una advertencia, un rayo de terror. Se hallaba suspendido entre los dos mundos. Vio que estaba mirando su propia cara reflejada en el cristal del mostrador. El sudor le perlaba las sienes y tenía la cara torcida. Tenía un ojo más abierto que el otro. El izquierdo, entrecerrado, escrutaba el pasado en tanto que la mirada más amplia del derecho se dirigía, asustada, a un futuro de negrura, error y ruina. Y él se encontraba suspendido entre el resplandor y la oscuridad. Entre la amarga ironía y la fe.

El corazón es un cazador solitario, Carson McCullers
¿Qué sería la vida sin el dolor, la enfermedad, la ira o la amargura? ¿qué sería sin la ambición desmesurada, la obsesión por ganar, el fracaso o la tristeza? ¿qué sin cartas de amor rotas, sin sonido de pisadas que se alejan, sin sed de otro?
Nada. Porque la vida también es eso. A veces, solo eso.
Esta semana han zarandeado mi corazón, como cuando alguien intenta sacarte de un sueño muy profundo. Hay noticias que te obligan a situarte a uno u otro lado de ese tiempo infinito del que habla McCullers: el de los que trabajan o el de los que -tan solo una palabra- aman. El de los que corren tras la felicidad o el de los que esperan que pase ante su puerta, con la esperanza de reunir las fuerzas necesarias para cogerse de su mano e irse. El de los que se sienten asfixiados de tanto amor y el de los que ni siquiera saben que existe.
Suele ser sencillo reconocer las oportunidades que la vida nos ofrece, pero ocurre en ocasiones que nos pilla, como al protagonista de la novela, suspendidos entre dos mundos. En equilibrio inestable y sin saber muy bien si desear caer o mantenerse. No siempre se atreve uno a ser feliz. Los amigos deben ayudarnos entonces a realizar ese trayecto. La felicidad no es fácil. 
La alegría de los otros, a veces, nos estalla entre las manos y nos aturde obligándonos a mirar de frente realidades menos luminosas. Habrá un tiempo también para enfrentarse a ellas y tampoco nosotros estaremos solos.
Sé que recordaré estos días con ternura, con emoción compartida y olvidaré la primera sacudida, el desconcierto que me produjo la certeza de saber que nada es imposible.

…………..
Siempre que el presente me ha hecho un nudo en la garganta, he cogido un libro y me he escapado a un espacio sin llanto ni miedos, a un lugar sin ayer y sin mañana. En mi refugio interior los relojes se detienen en el instante más precioso y corren veloces cuando toca alejarse del sufrimiento, calmo el hambre y la sed con la dulzura de las primeras cerezas y el sol me acaricia las mejillas invariablemente cada tarde. Llueve a mi antojo e incluso, si el aburrimiento acecha, un gran drama épico acude en mi ayuda y lo disfruto sabiendo que saldré de él heroica y triunfante porque, lo que pasa en esa isla fuera del mundo, yo lo decido.
La imaginación nos permite no solo huir de la sordidez, también del aburrimiento, de la tristeza, incluso del amor cuando llega de forma súbita y duele.
Pero la imaginación es caprichosa y, si bien los que solemos deleitarnos en ella nos reconocemos entre nosotros, a cada uno nos conduce a un lugar distinto, en esa especie de archipiélago idílico pero solitario.
Sin embargo, no hay nada más cierto que la posibilidad de lo imposible y últimamente en el lugar donde me escondo me parece a veces oir un murmullo e imagino entonces lo que sería construir entre dos un espacio donde vivir los sueños, a base de residuos de ilusiones, de huellas de antiguos amores, de rescoldos de felicidad perdida… un refugio contra las tempestades. Un lugar, fuera del mundo, al que llegar siguiendo hilos de seda.
Pondré un hilo
de seda al corazón por no olvidarme
que tengo que olvidar. Y hacer posible
lo que sé no es posible. Porque eres
lo más bello, en el otro, de este mundo.
Ángel García López


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