Nasa1fan/MSFC. Birth of stars. Con licencia CC.

Últimamente ando tanteando a algunos conocidos sobre sus opciones de vida. Tal vez sea, después de todo, mi manera de llevar el paso de los años: no me preocupa la decadencia física, pero si la tendencia al sedentarismo emocional. El caso es que cada vez me encuentro con más gente que ha eliminado la duda de su vida, porque cree que pasó el momento de hacerse preguntas.
Son personas que decidieron seguir una ruta hace tiempo, han llegado más o menos al puerto que pretendían y no quieren agitar su océano, como si las tormentas no llegasen solas… aunque algunos tienen el vendaval encima y lo están llevando mal, aferrándose a un ancla que ya nada sujeta.
Yo, por mi parte, a medida que pasan los años, voy comprobando que soy como uno de esos animales de desarrollo lento, que llego a todo más tarde que los demás y una vez llego, quiero vivir la experiencia de golpe, sin dilación, para pillar a tiempo la siguiente oportunidad y subirme a un carro que apenas alcanzo cuando ya ha emprendido la marcha.
Maduro lentamente y en vez de dejar que mi vida repose como una infusión, que es lo que correspondería a mi naturaleza, la hago hervir a borbotones, apresurada por llegar donde los demás han dicho que debo. Y yo, que creo firmemente que algo en nuestro espíritu se rompe cuando obedece las leyes que la pacata sociedad impone, corro sin dudarlo tras el menor atisbo de estúpida felicidad, hasta trastabillear…  y caer. Y me duele, como sólo lo hacen las heridas que te infringen con desenvoltura, casi sin querer, al tropezar contigo, por no haberte visto siquiera. Es entonces cuando, a pesar de sospechar que todo vencedor encierra un vencido, se me quitan las ganas de seguir librando esa suerte de batallas, de exponerme a acabar rendida al miedo.
Por eso, a veces, sueño que soy como esas personas que estallan, cual supernovas, y se recrean a sí mismas, un poco cada día, en lo alto, en lo oscuro y sin que el mundo parezca darse cuenta… para, inmediatamente, replantearme si no habrá llegado ya el tiempo de dejar de moverme (y de remover la vida que tengo alrededor) y aparcar los sueños de una vez, aunque estos formen parte de la vida, porque lo que vivimos no es sólo lo que pasa, sino también lo que sentimos que pasa… y tan real es la persona que creemos ser como la que somos.
Y me pregunto a cuántas vidas tenemos derecho, cuánta energía nos ha sido concedida para volver a empezar, cuántos finales podemos resistir sin sucumbir…
Hace ya un tiempo, una amiga me mandó esta poesía que entonces resultó ser curativa y ahora me sorprende haberla olvidado tan pronto (¿por qué siempre lo primero que olvidamos es lo realmente importante?), y os la dejo aquí hoy, por si a alguno de vosotros os fuese útil … y es que a veces J. lee los mensajes como si fuesen posos del té y eso a mí me ayuda, porque saberse escuchada aún cuando nada se diga, reconforta.

Nova


De pronto ha anochecido sobre el mundo y tú estarás sola, preguntándote a dónde se han ido todos.

Parece que ha pasado un instante, o tal vez medio año. La casa estaba llena de gente que charlaba y en medio estabas tú, cegadora e intensa: una nova.

Ahora te recuerdo como si dieras vueltas y más vueltas, faro de cualquier barco. Ocupabas el centro mismo del universo.

O quizá no. Es tan sólo la música y ese estar tú y yo juntos del modo que sabemos. Te dije que el amor sería para siempre. Te mentí.

Pero entonces llenabas todas las copas, lo mismo que llenabas el mundo con tu risa. Me rozabas el hombro levemente al pasar: no podría ignorarte aunque quisiera.

¿Dónde están todos esos invitados? Si coges el teléfono ¿cuántos contestarían?

Tu soledad es un gran agujero negro. El mundo gira y tú no estás en él. Piensa en todos los días que han sido sobre el mundo y en sus noches de espanto.

Y ojalá hubieras sido capaz de detener el transcurso del tiempo, retenernos a todos en un sueño de eones, mientras seguías tú llenando copas, sonriendo y brillando de luz blanca. Pero esta noche a solas ya estaba escrita. Pequeña nova. Niña. Faro de nadie.

Que el dolor nos redima a todos juntos, en esta soledad que ninguno podemos compartir. Y que no sufras. Que tengas buenos sueños.

Acuéstate y olvida.

Yo también.

www.elclubdelosdomingos.com