Frente a quienes defienden la literatura como un mero juego del lenguaje o una sublimación de las zonas oscuras del ser humano, Cynthia Ozick reivindica en el ensayo ‘Innovación y redención’ su dimensión moral. Pero ¿en qué sentido se puede exigir responsabilidad moral a un novelista? Según esta autora, la mejor ficción es aquella que tiene cierta cualidad redentora.
Cuando se habla del componente moral de la literatura se corre el riesgo de dar a entender que se defiende un tipo de novela moralizante, didáctica y dogmática, pero nada más lejos de la intención de Ozick. Lo esencial para ella en la obra literaria es la libertad, de modo que la dimensión moral de la novela es su capacidad para hacer preguntas más que dar respuestas y mucho menos normas de comportamiento.
La redención de la que habla Ozick es lo contrario a la fatalidad. La verdadera obra literaria no impone una virtud, pero tampoco nos encierra en un universo nihilista; lo que hace es reconocer la libertad del ser humano para cambiar su vida. Redención implica posibilidad, autorrealización, responsabilidad, libre albedrío y toda la incertidumbre que va unida a esas ideas. La redención no es una garantía de seguridad, sino una promesa de liberación. Asomada al vacío, la novela se sitúa en el umbral de la revelación.
Esta forma de abordar la obra de arte se plantea, en el caso de Cynthia Ozick, como respuesta al desafío más grande al que el arte ha tenido que hacer frente en el mundo contemporáneo: la tentación del mal, la fascinación del sinsentido. Para sustentar su idea, Ozick recurre a la paradoja de la imaginación, una facultad peligrosa por el enorme poder que nos da para penetrar en la esencia de las cosas, con efectos tanto constructivos como destructivos. Es decir, gracias a ella podemos llegar a los rincones más recónditos y, una vez allí, quedar atrapados por la fuerza del mal. La imaginación es energía de renovación, pero también anhelo de destrucción. Por eso es, en palabras de Ozick, “la más aterradora de las facultades humanas”. Y por eso también, el arte, que se sirve de ella, es tan complejo y tan peligroso: al tiempo que necesita la imaginación por su poder transformador debe también combatir su instinto destructor. Cuando no entabla esa lucha, el arte se traiciona a sí mismo y el resultado es el vacío.
Al negar la posibilidad de iluminar las tinieblas, se hace un uso incompleto de la imaginación limitándola solo a lo que tiene de negación del sentido, sin comprender que la imaginación, en su facultad de inventar y penetrar en el mal, debe en última instancia tomar partido entre el juego y la seriedad. Ante esa tesitura, Ozick defiende una imaginación al servicio del bien de la humanidad. Eso es la literatura redentora, una literatura que aspira a descifrar el mundo con su arma más peligrosa: la imaginación.
“Y así llegamos -concluye- al pulso y a la meta de la literatura: rechazar el borrón de lo ‘universal’; distinguir una vida de otra; iluminar la diversidad; encender la menor partícula de un ser para mostrar que es concretamente individual, diferente de cualquier otro; narrar, en toda la maravilla de su singularidad, la santidad intrínseca de la partícula más pequeña”..
Cuando mira lo concreto, la novela, impulsada por la redención como un halo que envuelve el relato, no se conforma con la oscuridad.
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SOBRE LA AUTORA
El ensayo ‘Innovación y redención’ está incluido en el libro ‘Metáfora y memoria’ publicado en 2016 por la editorial Mardulce en un volumen que recoge textos sobre literatura escritos por Cynthia Ozick desde los años 80 hasta hoy. Cynthia Ozick es una escritora neoyorquina nacida en 1928 de origen judío y cuya obra está marcada por la tragedia del Holocausto. Su relato más conocido es ‘El chal’, publicado en España por Lumen, primero de forma individual y luego en una antología de sus cuentos. En ese breve relato se cuenta una marcha de tres días de un grupo de presos judíos hacia un campo de extermino y es un buen ejemplo de cómo en la literatura de Ozick la estética y la moral van unidas. Junto a la identidad judía, otro de los temas fundamentales de su obra es el significado de la literatura en un mundo deshumanizado. Una buena muestra es su su relato ‘Virilidad’, que habla de un mundo futuro donde el arte de la literatura se ha extinguido. Entre sus novelas se pueden encontrar traducidas ‘Cuerpos extraños’ y ‘Últimos testigos’. Como admiradora de Henry James, una vez le preguntaron en una entrevista cuál hubiera sido el destino de Ana Karenina en manos del novelista americano y esto fue lo que contestó: “Incluso en las manos exigentes de James, sería una suicida, pero no del tipo corporal. James no la arrojaría bajo las ruedas de un tren, sino bajo los sutiles tejemanejes de una intriga malévola. A través de diversas maniobras psicológicas, acabaría por hundirse moral y espiritualmente, y su “suicidio” consistiría precisamente en tener que vivir”.